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05 - Abril - 2005
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Desbancado hoy por el fruto sintético de los laboratorios, durante siglos fue el producto imprescindible de los perfumistas y gastrónomos del más alto nivel. Su principal virtud era su perfume y la propiedad de fijar los demás aromas con los que se mezclara. A sus propiedades se sumaba el misterio de su origen y la sorpresa de poder encontrarlo flotando en el mar o varado en cualquier playa.
Ámbar Gris, secreto de aroma
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El ámbar gris es una excrecencia del intestino
de los cachalotes de ambos sexos, que se forma como defensa de su organismo para
protegerse de la dureza de los picos de los calamares, dieta básica de esos
grandes cetáceos. Los restos de esos calamares más la excrecencia forman una
masa que se expulsa junto con los excrementos y que flota en el agua
Conocido desde hace milenios en Oriente,
el uso del ámbar era muy extendido en todo el Océano Indico e incluso en el
Norte de África. Se le utilizaba en cocina selecta para aromatizar platos de
recepción, enfatizaba vinos y hasta entraba en la confección de las pastillas
cachundé. Sin embargo, pese a ser utilizado en Occidente como un artículo de
lujo, tardó mucho en conocerse su origen. Se especularon procedencias vegetales,
animales y hasta minerales: en 1667 el Dr. Klobius citaba dieciocho
procedencias. Todo ello sin olvidar la teoría de Leonhard Fuchs (s.XVI), que le
negaba un origen natural y aseguraba que era una suma de productos, con lo que
abrió la espita para todas las estafas imaginables. Andrea Cesalpini, botanista
italiano del s. XVI, lo confundía con una piedra preciosa, otros lo consideraban
una brea vomitada por los fondos marinos. Esa opinión destapó una especie de
"fiebre del ámbar". Si existen montañas volcánicas, podrían existir islas de
ámbar. Muchos filibusteros holandeses se lanzaron a buscarlas a raíz del
comentario del viajero francés Isaac Vigny, que aseguró conocer una isla de
ámbar en el centro del Océano, cuyo plano sólo él podía dibujar. En el s. VI, el
médico griego Aetios, miembro de la corte de Justiniano I en Bizancio ya lo
nombra en sus obras, e incluso se ha encontrado en tumbas celtas de Bretaña. Su
distribución por estos lares probablemente tenía mucho que ver con los fenicios,
grandes viajeros y comerciantes. Los egipcios lo quemaban desde tiempos
inmemoriales en sus altares (duraba mucho) para agradar a sus dioses, costumbre
que mantuvieron al cambiar de religión y siguieron empleándolo en su
peregrinación a la Meca. La literatura también lo ha hecho suyo: Herman
Melville lo menciona en su Mobby Dick, publicada en Nueva York en 1851 y Darwin
también lo mencionó en 1831 en su obra sobre la expedición del buque Beagle a
las islas Galápagos.
SUSTANCIA
Recién expelido tiene un olor nauseabundo, que va permutando a medida que lo
lava el océano y se oxida al aire. Llega a recordar el olor de la tierra recién
labrada y una vez recogido y depositado en cuevas acaba su proceso de depuración
hasta recordar el aroma del bálsamo benjuí. Se disuelve en frío en alcohol y
éter, y sobre una llama desprende un vapor blanco. Funde a 60º, es inflamable,
evaporable sin residuo, insoluble en agua, soluble en solventes orgánicos.
En cuanto al color, surge generalmente en masas de unos 15 Kg. siendo un
producto negruzco que recuerda a la brea, para ir endureciéndose y derivando
hacia el color marrón rojizo, verde abigarrado o blanco sucio. No es quebradizo,
no mancha y si se calienta puede moldearse como plastilina y recuerda la pez de
zapatero.
COMPOSICIÓN
Se han encontrado en su composición picos duros de distintos cefalópodos
y restos indigeribles, plumas córneas, anillos dentados... Se dedujo que
estos desechos irritaban las paredes del intestino, obligando a la
secreción de una sustancia protectora cerosa. A eso se le suma la acción de una
bacteria específica del recto del animal, la Spirilium recti physeteris, que la
somete a una transformación química irreversible. Las investigaciones llevaron
al descubrimiento de la ambarina a principios del s. XIX por los químicos
Pelletier y Caventou. Es una materia grasa, que cristaliza en forma de agujas y
que está emparentada con la colesterina, con la fórmula: C30-H52-0. Siendo el
secreto íntimo del ámbar, sólo representa entre el 25 y 70 % de la masa del
ámbar, que también contiene colesterol, minerales, alcaloides y algunos ácidos.
Los químicos creen que las propiedades del "oro flotante" son debidas a la
presencia combinada de la ambarina y de un éter benzoico. Un éter proviene de la
asociación de un alcohol y de un ácido radical (benzoico), que está presente en
el benjuí, lo que explica el olor especial del ámbar gris. Ese olor proviene de
los calamares y pulpos que constituyen la dieta del cachalote. La piel de estos
cefalópodos contiene glándulas cuya secreción oleosa tiene un violento olor a
almizcle, tanto como para que el romano Plinio asegurase que ese olor penetrante
atraía a sus enemigos mortales, las murenas, y que comentase que sus vecinos
desecaban y pulverizaban cefalópodos para hacer perfumes.
ORÍGENES
Cuenta una leyenda que en 1712 un ballenero norteamericano, Christopher Hussey,
fue el primero que se atrevió a arponear un cachalote en alta mar, especie que
hasta entonces no se había pescado nunca en el ámbito occidental. De ahí surgió
una industria que ya buscaba tanto la carne como el ámbar, y que anotaba entre
sus proezas haber despiezado un cachalote macho en cuyo interior encontraron 20
libras de ámbar (aproximadamente 10 kilos). Descubrieron que este producto sólo
está en el cachalote y no en todos, y
que se alberga en una vejiga cerca de los
genitales. Empezó una polémica para dilucidar si se trataba de una glándula de
almizcle. Fue todo un descubrimiento, porque el botanista Serapión el
Joven, botanista del s. X aseguraba que era una seta, una trufa submarina,
opinión compartida por su contemporáneo árabe Avicena. Averroes, en la Edad
Media, aseguró que era alcanfor. Otros sostenían que era una planta marina
semejante a la esponja, y hasta hubo quien aseguró que era fruto del coral, que
a su vez se consideraba un árbol del fondo del mar. Un origen no menos singular
lo detalló el químico inglés Roberto Boyle en 1672. Aseguró que el ámbar gris
provenía de un árbol que "a cualquier distancia que se encontrara de la ribera,
tenía sus raíces en el mar" y que en la tibieza de las aguas tropicales
segregaba una goma espesa que las corrientes se llevaban flotando. Al final se
sospechó que era una estratagema para ahuyentar a los buscadores. Los nativos
del Océano Índico siempre han conocido el origen del ámbar. Marco Polo lo
difundió en el s. XIII hablando de Madagascar: "saben que es la ballena la que
produce el ámbar". En la Edad Media, todo el mundo árabe sabía que se
podía recolectar algunas veces directamente en el vientre de las ballenas
(nombre que agrupaba a los cachalotes) y que según Serapión era consecuencia de
la afición de estos animales por una especie de trufa marina. Aseguraban que
para ellos era un manjar que les provocaba una indigestión mortal, razón por la
que nunca se encontraba en ejemplares sanos, sino en ejemplares adelgazados,
cadáveres flotantes o varados.
Una de las pistas sobre su origen real se obtuvo en Roma a raíz de la captura de
Al Hassan Ibn Mohamed al Wasan, hijo de un príncipe moro capturado a la vuelta
de una expedición por el África profunda. Llevado ante el Papa, éste lo trató
con deferencia, lo convirtió al cristianismo y cambió su nombre por Juan León el
Africano. Con esa nueva identidad escribió en 1520 una Histórica Descripción de
África, en la que comentaba que el producto surgía de un pez de cabeza espantosa
y dura como una piedra, de veinticinco
toesas de largo (1 toesa son 1,94 m.),
pero que no estaba claro si era esperma o excremento. Naturalmente, los
científicos de la época prefirieron verlo como semen. Y de ahí la explicación de
monseñor Magnus de los hechos: "El macho de la ballena engendra de la misma
forma que lo hace el hombre con la mujer; pero dado que no se queda mucho
tiempo, cae mucho esperma al mar". Cuando se arponea a un cachalote, éste, por
el estrés, suele vomitar su última comida y suelta sus excrementos. Y los
pescadores saben que en esa situación nunca encuentran ámbar dentro del animal.
Sí lo encuentran en los animales enfermos o varados que
no han muerto de forma violenta. Hoy se sabe que la ingestión descomunal de
calamares produce en ocasiones indigestión, eructos y hasta vómitos en los
cachalotes, que naturalmente expulsan ámbar gris. El viejo autor chino Li-Chih-Tehen
escribió en el siglo XVI una gran farmacopea llamada Pan Tsao Kang Mouh. En ella
llamaba al producto Lung Sien Hiang, "perfume de la saliva del dragón". Decía
que la materia aromatizada era vomitada por rebaños de dragones de mar, que se
juntan en los mares australes en ciertas épocas del año...
CACHUNDE.
El cachundé era una pasta formada a partir de una mezcla de ámbar gris, almizcle
y el cató, jugo de la madera del catecú, un arbusto que crece en India y
Birmania. Comercializada en forma de pastillas, se utilizaba como estomacal y
para perfumar el aliento. El catecú, de color pardo rojizo, sabor astringente y
propiedades antidiarreicas, pasó a formar parte de los dentríficos.
PANACEA UNIVERSAL. En la Edad Media, los relatos de los sabios árabes Rhazes, Avicena, Serapion,
Averroes y Mesures, lo mencionan como calmante y antiespasmódico. Una vez
expandida la cultura árabe por el sur de Europa, el ámbar entró a formar parte
de la farmacopea occidental hasta bien entrado el s. XIX. La obra
Pharmacopeia Londonensis del Dr. Purgon aseguraba que era estimulante, reducía
los infartos, provocaba la expulsión de las sustancias nocivas y activaba la
convalecencia. Y por añadidura "fortifica el cerebro y el corazón y reaviva los
espíritus; el natural, el vital y el animal. Su naturaleza sulfurosa hace que
tenga un excelente perfume, preserva de la peste y protege los espíritus de la
infección." No se acababa aquí: El autor aseguraba que además, madurado
largamente perfumaba todo lo que tocaba, calmaba las jaquecas, deshinchaba los
orzuelos, reafirmaba todas las partes del cuerpo y curaba la esterilidad. Hoy
en día la medicina homeopática lo considera muy válido para contrarrestar la
debilidad del sistema nervioso, para ayudar a los adultos agotados por la vida
diaria, para las mujeres hipersensibles, para todas las personas con una timidez
extrema y para las mujeres que sufren metrorragias funcionales.
SENSUALIDAD. El ámbar gris ha sido tradicionalmente muy valorado en Al-Andalus y el norte de
África por sus propiedades sensuales y afrodisíacas. En árabe recibía el nombre
de 'Abir, y se recibía de India, Sumatra, Socotra (Yemen) y Madagascar. En
Marruecos se utilizaba para la fabricación de Madjum, una confitura empleada en
los harenes. De ahí obtuvo la idea el Marqués de Sade para promocionar la
compota de ámbar como corona de una comida estimulante. De hecho, forma parte
del paraíso musulmán, que relata unos caminos de suelo blanco, despejado y
alcanforado con una mezcla de almizcle y ámbar gris, piedras de perlas y
jacinto. En Europa, los pescadores de ballenas habían notado que esas
masas flotantes tenían la propiedad de retener los aromas de otras sustancias,
lo que las hizo valiosísimas para la industria perfumista. Una industria muy
floreciente en una época en que la poca higiene y la dificultad de conservar los
productos perecederos volcaban a las gentes al consumo de esencias de buen olor.
El diccionario olfativo lo define con notas dulces, avainilladas. El perfumista
Guerlain comentaba: "El ámbar juega el mismo papel en la perfumería que la crema
en la cocina; si no lo pongo, no vendo".
OTROS NOMBRES.
El holandés Rumph escribió en su Gabinete de Curiosidades de Amboine, que los
malayos llaman al ámbar jjan tajj, "excremento de pescado", mientras que en
Japón lo llamaban kunfura no fuu, "excremento de ballena", según recoge el
naturalista y explorador alemán Engelbert Kämpfer.
Marga Alconchel
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