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 Año XXIV  nº XIX - E

                                                                                        Enero 2019

 Enero 2019 

 
 
 

 

 

Encuentran la llave de la despensa (y de la historia) en el pecio romano de Bou Ferrer (08.01.19)

Así es el pez fantasma que transita por el mar de Canarias y desconcierta a los científicos (08.01.19)

 

 

 

 

 

 

 

 

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Encuentran la llave de la despensa (y de la historia) en el pecio romano de Bou Ferrer

Los arqueólogos dibujan la vida a bordo de un buque de línea Cádiz-Roma en tiempos de Nerón

Jesús García Calero | Los arqueólogos del equipo que investiga el pecio romano del Bou Ferrer, hundido frente a Villajoyosa (Alicante) entre el año 66 y 68 de nuestra era habían encontrado en la campaña de 2017 una jarra con una concreción pegada cuyo contenido no se conocía. Apareció durante un sondeo en la zona de la cocina, en la popa de la nave. Ahora, tras el largo tratamiento de los objetos para preservarlos, una radiografía ha permitido saber que lo que se escondía en esa concreción era la llave la despensa en la que se guardaban el rancho y algunas pertenencias de la tripulación. ¿Pasaban hambre durante la travesía los marineros o es que era mejor ser precavidos ante la picaresca? Durante décadas se han documentado en barcos de la antigüedad pequeños hurtos, que dejaron huellas como ánforas de vino trepanadas para beber a escondidas. ¿No recuerda esta manera de obrar lo mismo que le hacía el Lazarillo de Tormes al ciego?

Es tan solo un detalle de una de las excavaciones más importantes que se lleva a cabo en España, pero señala uno de los principales objetivos de la arqueología subacuática: documentar cómo navegaban y cómo vivían y comían los marinos del pasado. El equipo de arqueólogos dirigido por Carlos de Juan lleva más de una década trabajando en el pecio, con resultados espectaculares. Iba cargado hasta los topes: más de 4.000 ánforas de 65 kilos, producidas en Cádiz, de una versión lujosa de la salsa de pescado fermentado que hacía las delicias de los habitantes de la ciudad eterna, probablemente gárum. Y también llevaba 12 toneladas de plomo hispano en lingotes muy especiales, sellados como propiedad imperial, en tiempo de Nerón.

Trinchera

El día del naufragio, este enorme barco romano hacía la línea entre Cádiz y Roma. Era un transporte de 30 metros de eslora, fondo plano y una sola vela, con una tripulación pequeña, probablemente no más de cinco personas. Tal vez un temporal lo llevó a pique. Carlos de Juan comenta que se ha excavado una trinchera de 6 metros de ancho y 22 metros de largo para conocer con detalle la parte central del yacimiento, situado a 25 metros bajo el agua.

Desde esa cota, la excavación ha profundizado 3 metros en la carga hasta llegar a la quilla del barco. Su madera es de encina y «al serrarla la parte interior parece madera cortada ayer». Han descubierto cuatro pisos de ánforas encajadas a tresbolillo (el pie de cada una encaja en el hueco que dejan tres en el piso inferior). «Encajan perfectamente, fueron diseñadas para eso. Gracias a la estiba, el centro de gravedad del barco está muy bajo. Los cuatro pisos rondan los dos metros de altura. Así el balance del barco se favorece en malas condiciones marítimas».

En conversación con ABC narra más novedades, como el sistema único que tiene el Bou Ferrer por el que los lingotes de plomo encajaban en la sobrequilla con sus ángulos formando un riel que sujetaba perfectamente la carga. O, la perplejidad ante el hecho de que desde las ánforas a la cubierta falta un metro de carga, según los cálculos actuales. «Conocemos el gran comercio de ánforas, pero es poco probable que no fuera cargado completamente, es económicamente inviable. Podría faltar una tercera carga que no hemos visto, de trigo, o de sal mineral de la misma procedencia del plomo, cerca de La Carolina, muy apreciada en Roma para infecciones oculares, tanto de personas como de ganado», señala De Juan.

Rumbo a Ostia

El proyecto ha unido a la Generalitat de Valencia, el Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, la Universidad de Alicante y cuenta con la colaboración especial del Ayuntamiento de Villajoyosa y el Club Náutico de la localidad. Está siendo una investigación fecunda porque responde algunas preguntas y abre otras continuamente: «Estamos llegando a los números que definen el barco: un cálculo de su tamaño en sistema métrico dio casi 30 metros de eslora por 11,82 de manga. Comparándolo con otros pecios como el de La Bourse, de Marsella, vemos una proporción parecida: 2,5. Y cuadra en pies romanos. 100 pies por 40. Ahora trazamos una hipótesis sobre la carga total que soportaba, unas 320 toneladas, quizá. Veremos si se confirma con el estudio de nuestros ingenieros».

¿Para qué era la carga? El gárum para su venta. El plomo podría ser para las cañerías que necesitaba la Roma incendiada por Nerón en el año 64. Pero el flete de 12 toneladas de plomo es muy poco para tanto gárum. «Plutarco cuenta que se invertía en un flete y se dividía en 50 barcos, y así si naufragaba un barco no se perdía toda la inversión, sino solo una de cincuenta partes», dice De Juan. Tal vez es esto lo que pasó.

Volvemos a la tripulación. La concreción en la que estaba la llave apareció adherida a una jarra «en lo que pensamos que era la zona de cocina y despensa» -hacia la popa, porque ahí fue hallada una pieza de la bomba de achique-. La jarra contenía «salsa de pescado barata, típica, que las tripulaciones compraban en Ostia, el puerto de Roma, y estaba junto a pequeñas ánforas de aceite de la Bética y vino defructum, una especie de mistela cocida. Estamos estudiando los trozos de cerámica, pero todo apunta a orígenes en Cádiz y Roma, lo que confirmaría que hablamos de un transporte de línea».

Estrabón decía que los barcos más grandes que llegaban a Roma venían de la Bética, una gran cantidad. Por eso el Bou Ferrer es tan importante, por ejemplo por el hallazgo de la cinta de carena que soporta la cubierta y ayudará a entender su construcción. «Es un barco que va a resolver otras problemáticas que aparecen en contextos portuarios en Francia e Italia. Aquí tenemos un conjunto de materiales singular y con fecha cierta», concluye Carlos de Juan. Pero la excavación de un barco tan grande aún puede dar sorpresas.

ESCAFANDRA/abc

 

 

 

 

 

 

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Así es el pez fantasma que transita por el mar de Canarias y desconcierta a los científicos

Se trata del Harriot a Haeckeli, una especie marina de la que poco se conoce y que habita a más de 2.500 metros de profundidad en las aguas del archipiélago canario, en España

A escasos kilómetros del noroeste africano, un archipiélago maravilla a submarinistas y científicos. La biodiversidad de la fauna marina que habita en las Islas Canarias, comunidad española, es inigualable y un reclamo para expertos, biólogos y amantes del buceo.

Aunque orcas, delfines, cachalotes, tortugas y rayas son comúnmente los animales que despiertan la curiosidad de los turistas que cada año visitan estas ocho islas habitadas, lo cierto es que el Atlántico, océano que baña sus orillas, es un espacio repleto de innumerables especies, peculiares y únicas.

Una de las que ha despertado más fascinación en las últimas décadas es el Harriot a Haeckeli. Este tipo de pez raro, apodado como "el pez fantasma" por su color y su curioso movimiento pausado, con el que pareciera levitar medio de la inmensa oscuridad, es todavía una gran incógnita para los científicos.

La existencia de este pez poco común ha persistido en las aguas del archipiélago gracias a que habita en zonas muy profundas, a más de 2.500 kilómetros bajo el nivel del mar. Esto ha permitido que no corra peligro la conservación de su especie, pero también provoca que sea difícil localizarlos, realizar seguimientos o emprender estudios que arrojen certezas sobre su comportamiento o forma de reproducción.

Además de en Canarias, el Harriot a Haeckeli únicamente se ha avistado en zonas de Groenlandia y Nueva Zelanda. Recientemente se detectó algún ejemplar aislado en Estados Unidos, un hecho que despertó la intriga y el desconcierto de los biólogos marinos.

Su llamativo hocico alargado es una característica común de los Rhinochimaeridae, familia a la que pertenecen. La nariz del pez fantasma puede ser cónica o presentar forma de paleta, y está cubierta de terminaciones nerviosas sensoriales que les permiten localizar a sus presas.

Para defenderse, sus aletas dorsales están revestidas de una espina venenosa, que los protege frente a posibles depredadores. Según las investigaciones científicas que abordan la especie, el ejemplar más grande encontrado medía 72 centímetros.

Acerca de su comportamiento reproductivo son pocos o inexistentes los datos que se tienen, a pesar de que el pez fantasma es considerado especie marina desde el año 1972.

ESCAFANDRA/infobase

 

 

 

 

 

 

 

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