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    Año XIII,  nº VIII

  Marzo 2008

EL MISTERIO DE LA ISLA MISTERIOSA Y SU TESORO

(II parte)

 

   ... El primer dibujo de la isla

   Existen dos dibujos de la isla, que por ahora seguiremos llamando “incógnita”. El primero tiene la firma del propio don Simón. En el margen izquierdo aparece la palabra “norte” y un poco más a la derecha hay una serie de manchas que representan una especie de arrecife, del cual un bajo está situado justo al oeste. La parte que representa la isla no nos da muchas pistas, pues no tiene texto ninguno, salvo  el ya indicado norte y la firma de  Zacarías. El dibujo fue hecho por su propia mano, ya que, al parecer era ducho en esto y debe haberlo realizado en los primeros días de su cautiverio, si bien nunca se le menciona. Sobre el segundo dibujo, de momento “aparquemos” este tema para que haya más suspense00.

   En busca de la isla

   Como pieza tercera, con un total de 122 folios del legajo numero 14 de la sección de Guatemala (el mismo mencionado con anterioridad), del cual algunos son de difícil lectura por estar muy maltratados, comienza el viaje que el flamenco emprendió con Maldonado de Paz para ir a la isla, y que comenzó el 5 de junio de 1617 en la playa de Tauri. Previamente autorizó el rey la expedición, subrayando que a Zacarías había que considerarle con la condición de preso ¡Comienza la odisea!

   Se armaron y apertrecharon dos fragatas para ir en busca de la ya célebre isla del tesoro con órdenes muy específicas de no perderse de vista y de ir en derechura al cabo de Gracias a Dios como mejor le diere lugar y una vez allí aguardar la capitana. Para mayor seguridad prepararon un sistema de santo y seña en caso de aparecer algún barco desconocido que quisiera abordarlos y que era el siguiente:

  •  8 domingo: la Santísima Trinidad

  •  9 lunes: Jesús Cristo Nuestro Señor

  • 10 martes: el Espíritu Santo

  • 11 miércoles: la Virgen María concebida sin pecado original

  • 12 jueves: San Juan Bautista

  • 13 viernes: San Francisco

  • 14 sábado: San Esteban

20. No está del todo claro donde está depositado en el AGI este dibujo. En 1991 lo he visto en la sección de Mapas y Planos Guatemala, pero no consta en el catálogo de la misma.

   Las fragatas de la expedición se llamaban San Esteban y la segunda Nuestra Señora de las Mercedes.

   El día 7 llegaron a la isla de los manglares llamada Forana (una de las Corn Islands), donde tuvieron que arribar por tener tiempo contrario para poder recalar a la isla. Aprovechando que estaban allí, decidieron “echar un vistazo” para verificar si estaba poblada, y armados de mosquetes y arcabuces subieron a un alto donde vieron una cabaña. Una vez alcanzada comprobaron que no había nadie y dentro encontraron una cadena que parecía ser de oro con un peso de 14 onzas. El día siguiente seguían fondeados en la isla, y pensando que podía haberse perdido en ella algún barco, fueron a reconocerla, pero no hubo señales de naufragios decidiendo finalmente seguir su viaje sin perder más tiempo.

   El 15 y en alta mar, debido a los vientos y corrientes contrarias, decidieron los pilotos recalar hasta Portobelo, donde estas últimas eran favorables y aprovechar para hacer aguada y leña. El 20 estaban en un paraje llamado las Minas, como a cuatro leguas de Portobelo, donde tuvieron que inspeccionar el casco de la capitana porque hacía agua, decidiendo enviar la Mercedes a traer estopa desde este puerto.

   Los días seguían pasando y el 7 de julio seguían en Portobelo, siempre debido al problema de tener el tiempo contrario para poder alcanzar el cabo de Gracias a Dios. Llevaban ya un mes dando vueltas sin ni siquiera haber podido situarse en el punto de partida hacía la isla. El 14 reflexiona Maldonado, apuntando con un tono de amargura, que llevaban desde el 7 de junio y que el día anterior descubrieron la costa del cabo de Gracias a Dios, habiendo intentado inútilmente remontarlo por ser el viento del noreste y este-nordeste. Apunta el oidor que en la costa no había sitios para poder surgir y ser muy grande el peligro de perderse. Avisa también que desde el día anterior había desaparecido de vista la fragata San Esteban. Consultado al piloto, este dijo que era conveniente ponerse al reparo de una de las tres islas que tenían a la vista (posiblemente el arrecife de la Media Luna) y en efecto, el día 17 de julio están al reparo de la isla, que no estaba en las cartas de marear, y en 13º 36’ y como a 6 o 7 leguas de tierra firme. Este mismo día se le cayó al agua el timón y corrieron el riesgo de perderse. Después de dos días de febril actividad para arreglarlo, surgió otro problema para los expedicionarios: se estaba agotando el agua potable y era necesario hacer aguada, ya que en la isla no la hallaron. Este mismo día volvieron a intentar doblar el cabo, pero nuevamente le fue imposible por los vientos contrarios, avisando los pilotos del peligro que corrían de perderse por no haber puertos y estar la costa poblada de indios Caribes belicosos e infieles, aconsejando volver a Portobelo (a unas 400 millas de distancia). Mientras, a bordo el agua ya se estaba racionando a tres vasos diarios por persona. El 22 avistaron una de las dos islas Foranas de los Manglares, que estaba como a cuatro leguas al norte de la que estuvieron el 7 de junio. Mandó Maldonado una lancha para que trajeran agua, y una vez en el agua se dieron cuenta que tenía la fragata dos rumbos rotos: uno por proa y el otro en el plan, opinando los expertos que era conveniente calafatearla toda. Decidió Maldonado tomar posesión de la isla en nombre de su majestad, como en efecto hizo el 23 de julio con bombo y platillo, llamándola Santiago. Mientras se celebraba la ceremonia de toma de posesión, el tiempo comenzó a ser recio y tormentoso, y consultados nuevamente a los expertos, estos aconsejaron que era indispensable hacer rumbo a la isla desde Cartagena, por ser imposible desde el cabo de Gracias a Dios. Mientras los días pasaban y llegaron al 12 de agosto hallándose en altura de 17 grados y un tercio, tras volver a escuchar el parecer de los expertos, debido a que el barco había sufrido mucho y era pequeño, decidieron volver al puerto de Trujillo. El día siguiente mandó Maldonado avisar a la tripulación que seguían haciendo un servicio real y que si hubieran abandonado el barco sin su licencia escrita, se hubiera considerado como deserción.

   El 13 ya estaba la embarcación en el puerto de Trujillo y el día siguiente, barajando la hipótesis que algún tripulante se le pueda ocurrir la idea de huir con Zacarías, se ordena que durante el tiempo que estuvieran a puerto éste permanezca a buen recaudo entregándolo al alcaide, como en efecto se hizo.

   Ya en septiembre, pacta Maldonado las condiciones para fletar la fragata Santiago para el siguiente viaje a la isla sin que se vuelva a mencionar nunca qué le ocurrió a la otra desaparecida en la primera y mal lograda expedición.

   Vuelve al ataque el persistente oidor, y el 29 de septiembre el meticuloso escribano que venía embarcado con la misión de anotar puntualmente todo lo ocurrido y dar fe de ello, redacta que están en la playa entre cabo Camarón y el de Gracias a Dios, pero sobrevino un norte muy recio con aguaceros y tormenta que les obligó levantar anclas y correr como pudieron hasta llegar en 17 grados muy largos y al este de la isla de Guanaja. Pero el tiempo empeoraba poniendo las embarcaciones a riesgo de hundirse, opinando el piloto que tenían que buscar tierra para no perderse. Ya de noche perdieron de vista al otro barco y para aliviar la difícil situación se alijó la fragata y todos comenzaron a ponerse a bien con Dios confesando. Opinó Zacarías que debían de estar entre el cabo Camarón y Gracias a Dios, aconsejando tanto él como el piloto varar en tierra, si bien el tiempo que hacía no permitía distinguir ninguna referencia a la misma, aunque al final pudieron ver la orilla de una playa, varando gracias a la pericia del piloto en la costa del cabo Camarón, hacia el de Gracias a Dios, e inmediatamente unos marineros saltaron al agua con una cuerda que ataron a un árbol y por ésta fueron pasando todos a tierra firme, pudiéndose salvar si bien con gran riesgo por los golpes de mar y resaca. Pero otros peligros acechaban a los náufragos, pues enseguida se acordaron que aquella era tierra de indios Caribes, comedores de carne humana, o dicho de otra manera, caníbales.

   Sabiendo que varios ríos caudalosos desembocaban a lo largo del tramo que los separaba de Trujillo, sacaron entre los restos de la fragata algunas hachas y machetes con la intención que los carpinteros construyeran una barca y algunas canoas. Corría ya el 2 de octubre y Maldonado les tomó declaración a todos sobre lo ocurrido el 29 de septiembre pasado, para que no hubiera dudas ni suspicacias. Zacarías dijo saber que el oidor había perdido con el naufragio más de 3.400 pesos de a 8 reales. Indudablemente llegar hasta la isla del tesoro era tarea muy dura de pelar, además de costosa.

   El día 5 ya habían terminado de construir la barca, pero no había lugar para todos ellos, así que una parte de los tripulantes tuvo que emprender el viaje hasta Trujillo por tierra. El domingo, día 15 habían andado 17 leguas pasando un río y unas lagunas cercanas al cabo de Gracias a Dios (seguramente la Caratasca y el río sería el Cruta). Este día vieron dos canoas como a legua y media de ellos hacía el mar. El día siguiente, 16 de octubre, al amanecer vieron veinte indios en dos grupos, pero no les causaron problemas. Ese mismo día cruzaron otro río grande, seguramente el Patuca. A todo esto las canoas iban avanzando por mar sin dejar de perder contacto con el grupo que iba por tierra. El 20 avistaron el río Aguan, mandando una canoa hasta Trujillo para que volviera con bastimentos. Llegaron a la ciudad el domingo, 22 de octubre más muertos que vivos. Para agradecer la divina providencia, anduvieron descalzos con la imagen de la virgen entre alegorías y cánticos. De esta manera terminó en otro sonado fracaso el segundo intento para llegar a la isla del tesoro.

    ¿Y qué ocurrió con el segundo barco que fue con la expedición? El 31 de octubre llegó una lancha al puerto de Trujillo con la tripulación de la fragata Santiago, la otra que viajaba en conserva y que desapareció en plena tormenta. Para ellos las cosas no fueron del todo bien, ya que vararon en un bajo de una pequeña isla después de capear como pudieron la tormenta con grandes riesgos de zozobrar. Ocurrió todo como a las nueve o diez de la noche. Con los restos del barco naufragado construyeron una embarcación, y tras pasar mucha hambre y sed pudieron llegar a puerto. Como de costumbre, en los documentos que encontré hay varias declaraciones de las personas embarcadas en esta fragata, comenzando el 3 de noviembre de 1617.     

   ¡Ardua tarea llegar a la anhelada isla!

   ¿A la tercera va la vencida?

   Como la esperanza es lo último que muere, el 10 de diciembre vuelve a fletar el incombustible oidor Maldonado otras dos fragatas para ir al descubrimiento de la isla. Pero el rey y señor de España debió de cansarse de tantos intentos y forzadas ausencias de su oficial real, y ordenó que se suspendieran –por ahora– las tentativas de localizar la isla, ordenándole al oidor que volviera a sus quehaceres en la audiencia de Guatemala. El 31 de diciembre este envía una carta al rey y con tenor sumiso pero contundente, se queja que había gastado ya mucho dinero y que todo estaba preparado para ir al descubrimiento. Pero las cosas de palacio, sabemos que van despacio y a veces se complican, como en efecto ocurrió con las dos fragatas que tenían que ir con Zacarías y Maldonado. El 10 de abril de 1618 se le notifica que por tener noticias que el puerto de Santo Tomás de Castilla (Guatemala) y Golfo Dulce había tres barcos y un patache de enemigos corsarios, fuera a desalojarlos con las dos fragatas que tenía prevenidas. Tras varios días de febriles preparativos, el 2 de mayo llegan los barcos al puerto de Santo Tomás de Castilla, pero debido al tiempo contrario se vieron imposibilitados de zarpar para Trujillo, y el 7 avisa Maldonado que la razón de la suspensión del viaje para la isla ya no tenía fundamento, pues el peligro de enemigos había pasado puesto que se habían marchado, y para que así constara hizo que declararan varios testigos que habían avistado a los barcos enemigos. Evidentemente el oidor quiso tomar sus debidas precauciones para cuidarse en salud sobre sus futuras acciones, puesto que con las declaraciones quedaba justificada su decisión.

   El 12 de mayo ya está nuevamente con las fragatas en Trujillo, pues así consta por un auto y el 21 zarpan para la isla de Guanaja, unos de las que forman el archipiélago de las Islas de la Bahía (Honduras) y la más oriental de ellas, y el 28 ya están en su puerto. El día 31 en altura de 16 grados y “adelante del cabo de Camarón” les sorprende una tormenta y de común acuerdo con Zacarías deciden volver al puerto de la isla Guanaja para no correr el riesgo de naufragar. Llegados a puerto el primero de junio, surge otro problema: no había manera de hacer un árbol mayor para la fragata capitana, y tienen que mandar una barca hasta Trujillo para este menester. Pero otro problema más viene a entorpecer los planes y designios de Maldonado debido al estado del tiempo, no podían permanecer en la isla Guanaja, pues solamente se podía estar fondeado y resguardados, teniendo que pasar a la cercana y más occidental isla de Roatán.

   El 22 de junio, en plena alta mar del “mar del norte”, a mediodía es “pesado el sol”, y Nufio Rodríguez y Zacarías, pilotos, dijeron que se hallaban en altura de 17grados largos. Tres horas más tarde se les rompió el árbol de trinquete, tomando la vuelta para la tierra firme. El día siguiente al amanecer dieron vista a Roatan, pero no pudieron tomar puerto, decidiendo al final hacer rumbo hacía algunos de los cayos del banco de Providencia o cayos Cochino, como a diez leguas de Trujillo. El 25 y en los mencionados cayos, ordena Maldonado hacer rumbo para Trujillo, y de paso arreglar el árbol de trinquete, llegando el día siguiente a las dos de la tarde. Se consumió así el tercer y frustrado tentativo de llegar a la isla. De la segunda fragata que había salido en conserva con la de Maldonado, no se sabía nada el 9 de julio.

   Ya llegados a 29 de agosto, finalmente se preparan para zarpar y comenzar un nuevo intento de abordaje a la isla del tesoro, como ya es vulgarmente conocida.

   ¡Comienza la parte verdaderamente interesante de esta historia de la isla Misteriosa!

   El 4 de septiembre estaban enfrente de cabo Camarón, donde habían llegado “costeando por punta de bolina por ser los tiempos escasos y contrarios”. El día siguiente tomaron rumbo nordeste. Para Zacarías se acercaba la hora de la verdad.

   El día 7 de setiembre avistaron las islas Santanilla (Honduras) y Maldonado, como de costumbre, le ordenó al escribano que tomara buena nota de todo lo que estaba ocurriendo para que así constara en los autos. Siguieron la navegación, y el día 9 al mediodía ordenó a los pilotos que “tomaran la altura”. Juan Gómez dijo que estaban en 18 grados y Manuel Cardoso dijo que en 18 y medio. El día siguiente, tras haber “dado bordas de una vuelta a otra por ser el tiempo escaso”, volvieron a estar a la vista de las islas Santanilla a sotavento, siguiendo la navegación para no sotaventear toda la noche de una vuelta a otra. El día 11 volvió a tomar la altura Juan Gómez, y dijo estar en 18 grados menos 2 minutos. Nuevamente, el día siguiente volvió a tomar altura y le dio 18 grados y 10 minutos. El 13 de septiembre, se hallaban en 18 grados y medio y con 20 brazas de fondo (seguramente estaban en algún lugar de Rosario Reefs). En este punto Maldonado le preguntó a Simón Zacarías qué rumbo tenían que tomar para llegar a la isla, a lo cual respondió que: “como a su merced consta, por haber sido los vientos y corrientes contrarios, no se ha podido ver la dicha isla, aunque se ha llegado a su altura”, hallándose ellos sotaventados. Añadió el flamenco que tenían que navegar con rumbo este para dar con ella. A bordo los pilotos y marineros le manifestaron al oidor que dada la fecha era muy probable que sobreviniera una tormenta como ocurrió el año pasado y el riesgo de perderse era grande, porque a los cuatro días había conjunción de luna. Considerando la situación y la imposibilidad de poder alcanzar la isla por el tiempo contrario, Zacarías sugirió hacer rumbo para Trujillo o Guanaja, por estar el viento favorable para recalar allí. La sugerencia fue apoyada por todos los pilotos y contramaestres, añadiendo y jurándolo Manuel Cardoso que era conveniente tomar el puerto de Trujillo “con presteza”. En su singladura de regreso volvieron a tener a la vista las islas Santanilla, avistando el 17 Roatan y el día siguiente ya estaban nuevamente en Trujillo, descargándose de los dos barcos armas y bastimentos, pensando Maldonado en su siguiente expedición a la “dichosa” isla. Terminó así el cuarto intento, y de la isla ni sombra. No se inquiete el lector, que ya aparecerá.

   Una tiradita de orejas aguardaba al “machacón” oidor. El rey seguía bastante enfadado y en una provisión que hizo enviar a la audiencia de Guatemala le reprende diciéndole que no ha cumplido su real voluntad, ordenándole que se integre a su puesto de trabajo en la audiencia de Santiago de Guatemala. ¡Vaya contratiempo para Maldonado! Después de gastarse un dineral en cuatro viajes tener que abandonar todo. Para Zacarías hubo órdenes especiales: que siguiera preso y a buen recaudo. Al fin y al cabo era conocedor de un dorado secreto. Todo venía refrendado y firmado el 30 de agosto de 1618 en Santiago de Guatemala. El 22 de setiembre acató oficialmente la orden el oidor, pues así consta en el auto. Al final, pudo más la real voluntad que la firme determinación del oficial real a encontrar la isla del tesoro. ¿Y de Zacarías qué?

   Por la cuarta pieza de los autos podemos conocer más detalles de todo lo ocurrido. Una vez llegado a puerto, enfermó gravemente y estuvo a punto de morir llevándose a la tumba su secreto. Considerando esta posibilidad, finalmente la real persona volvió a autorizar al oidor para que pudiera seguir buscando la isla y el famoso tesoro. El 24 de febrero está la expedición en el puerto de Trujillo al mando del capitán Antonio Ruiz Maldonado (¿quizás algún pariente del oidor?), que fue la persona encargada de efectuar una nueva expedición en busca de la isla. Al parecer a Ruiz le inquietó saber más acerca de los bajos y de la isla, y para poderse enterar mejor, hizo comparecer, el 5 de marzo, a Juan Esquivel, piloto de la fragata llamada San Blas, que había traído el obispo de Cuba. Se le preguntó qué sabía de los bajos e isla pintada en la carta de marear por Zacarías, a lo cual contestó que no tenía conocimiento de ellos.

   El lunes, 11 de marzo, como a las 11 de la noche se embarcó Ruiz en la fragata, pero doblada la punta de Castilla, un norte muy recio y tormentoso que amenazaba con hundir el barco los obligó regresar a puerto. El 21 de marzo estaban al puerto de San Francisco, isla de Guanaja, y siguieron en el mismo lugar hasta el 31 de marzo y estuvieron dando vueltas hasta el 15 de abril, que estaban a barlovento de la bahía de Cartago, costa del cabo de Gracias a Dios, donde, por parecer de Zacarías habían venido a la vuelta de tierra, porque según dijo, en el paraje donde estaban no hubieran podido remontar unos bajos que estaban entre 16 y 16 grados y medio. El día siguiente estaban fondeados a sotavento del río Tinto como a dos leguas de distancia, tres indios les avisaron que sobre el cabo había cuatro bajeles de ingleses y flamencos enemigos, aconsejándolo que fueran más a barlovento para no topar con ellos. El 18 y en alta mar, le ordenó Ruiz a los pilotos que tomaran la altura del sol, los cuales, “pesado el sol” determinaron estar en altura de 15 grados y 35 minutos y como a 20 leguas del cabo de Gracias a Dios, la vuelta del este-nordeste. El día siguiente volvieron hacer lo mismo, dándoles 15 grados y tres cuartos, y la misma vuelta del día anterior. El 20 de abril, 16 grados, y por ser los vientos contrarios, dieron fondo toda la noche en 18 brazas, teniendo que navegar desde por la mañana “de una vuelta a otra” por causa del viento nordeste y ellos ir a la vuelta del este sureste. El martes 23 declararon los pilotos que se hallaban en 18 grados escasos y rumbo norte, cuarta al nordeste y con el viento este. Una vez escuchado su parecer, y habiendo verificado que estaban en la altura que declaró Zacarías estar la isla y a más de 30 leguas a su barlovento, ser el tiempo largo (favorable) para ir en busca de ella, le ordenó a Zacarías que dijera el rumbo a tomar para ir en su demanda, a lo cual contestó que tenían que gobernar desde aquel momento al noroeste hasta por la noche. Como a las 6 de la tarde dijo que hasta entonces habían navegado la vuelta que el indicó y que a partir de ahora tenían que hacerlo al oeste-noroeste. El miércoles 24, tomaron nuevamente la altura y estaban en 18 grados y un tercio, alegando los pilotos que debían de estar en el paraje de la isla y así lo confirmó también el flamenco, aconsejando que, al ser ya de noche, convenía ponerse al pairo, siguiendo el viaje por la mañana. Del mismo parecer fueron los pilotos, que así se lo confirmaron al sagaz capitán. Volvieron a “pesar el sol” el siguiente día, y resultaron estar en 18 grados y medio y como a 15 leguas a sotavento del paraje que dijo Zacarías que estaba la isla, y que si estuviera la hubieran visto por haber pasado por encima de donde la tiene pintada en las cartas de marear, por lo cual dijeron los pilotos que no había tal isla, por estar 40 leguas noreste-suroeste de la isla Guanaja. Terminaron diciendo que mandara el capitán lo que tenían que hacer, porque ellos estaban seguros que no existía la isla.

   Desde que tuve la oportunidad de leer estos documentos, me pregunté más de una vez qué pensamientos habrán pasado por la cabeza del piloto flamenco en aquellos momentos porque, si el lector sigue leyendo esta bonita historia, podrá comprobar que efectivamente la isla con el tesoro que encontró y enterró Simón Zacarías ¡si existe! Y el galeón también.

    Pero por ahora volvamos al piloto flamenco que debía de estar sudando gotas frías.

    A este punto Ruiz le comunicó a Zacarías que la isla no existía y qué alegaba sobre este punto. El piloto flamenco respondió que fueran a la vuelta del este-nordeste con el viento suroeste y que quizás de esta manera la encontrarían.

   Como a las siete de la tarde del 25 de abril, estaban en 19 grados y los pilotos le dijeron a Ruiz que aquel paraje era conocido por estar en la ruta de la navegación a La Habana, Nueva España y otros lugares, y que por lo tanto era poco probable que estuviera la isla. Nuevamente le hace declarar a Zacarías, y este dijo que había que ir a la vuelta del sur-suroeste para ver si así se podía descubrirla.

   El día siguiente, viernes, los pilotos volvieron a “pesar el sol” y dijeron que estaban en 17 grados y ¾, y la isla sin aparecer “ni otra tierra ninguna mas tan solamente cielo y agua”. Añadieron que están seguros que la isla que dice Zacarías no estaba en aquel paraje que la tiene pintada, puesto que pasaron por él con tiempo claro y bonancible y que se hubiera visto por baja que fuera a una distancia de 8 leguas. Reiteran de esta manera que la isla que dice Simón Zacarías no estaba allí. Escuchado el implacable parecer de los pilotos, y ya “bastante enfadado” por lo que aparentaba ser una evidente tomadura de pelo, Ruiz manda a llamar al flamenco y lo exhorta a que diga la verdad. Este es el texto de su declaración:

  • Dijo que ha estado en la isla que tiene declarado y que ahora ha pasado por su altura y paraje de tres cartas donde la ha pintado y no la ha visto ni sabe qué se ha de hacer, y esto dio por su respuesta y lo firmó de su nombre…

    Así de claro y tajante: ¡La vio pero no está!

   Los pilotos, heridos en su amor propio, vuelven a declarar –bajo juramento–, que ellos habían buscado la isla por la altura y paraje que Zacarías había pintado en tres cartas de marear y no la han hallado ni estaba en el dicho paraje ni altura ni hay tal isla, y que si estuviera la hubieran visto dadas las condiciones del viento y visibilidad.

   En alta mar y a 28 de abril, vista y considerada la situación, decidió entonces Ruiz poner rumbo para el puerto de Trujillo declarando en los autos que la noticia de la isla dada por Zacarías era falsa y que se daría aviso al rey de ello. Vaya panorama para el piloto flamenco. ¡La que le esperaba!

   El primero de mayo llegan a puerto y Zacarías es puesto a buen recaudo en la cárcel pública de la ciudad. Tardaron casi tres años para poder determinar que la isla del tesoro no existía y que era un invento del flamenco. Pero esta historia no termina aquí.

   El día siguiente, 2 de mayo, manda a llamar Ruiz a los varios testigos para que declaren y quede bien claro el embrollo, terminando esta tarea el 6 de mayo. Al final, los “aparentes” hechos condenan al flamenco. El 10 de mayo Ruiz decide que Zacarías sea trasladado a Santiago de Guatemala para que la audiencia decida. Termina aquí este abultado documento, con graves acusaciones contra el piloto flamenco Simón Zacarías. ¡Pero él seguía teniendo algún que otro as en la manga!

   El oidor Maldonado, el mismo que financió las varias expediciones en busca de la isla, al pedir una merced en 1620, nos cuenta que habiendo declarado Zacarías, piloto flamenco, haber hallado y haber escondido en cierta isla un gran tesoro y no teniendo la audiencia orden de vuestra majestad para gastar de su real hacienda en buscarlo, queriendo enviar a pedirla, considerando el licenciado Maldonado que en el entretanto que se enviara se podía morir el piloto, y que era público que extranjeros andaban buscando el tesoro, se ofreció ir a su costa. Bonita manera de justificar ciertas decisiones. Pero coló. Añadía Maldonado que estaba endeudado por 14.000 ducados y que gracias a el, un “malvado” corsario que se había presentado enfrente de la costa de Santo Tomás de Castilla con tres embarcaciones y un patache, al saber de la presencia de los barcos de Maldonado, desistió de atacar y al final se fueron, ocurriendo todo esto sin que se gastara dinero de la real hacienda. El oidor tenía una hija sin dote llamada Juana en el convento de la Limpia Concepción de la ciudad de Guatemala, y suplicaba al rey que le hiciera merced de 2.000 ducados a sacar de algún tributo de indios vacos o alguna encomienda, pidiendo también alguna renta “vitalicia”, todo en nombre de los servicios prestados21. Más importantes detalles podemos conocerlos por el mismo Maldonado, al adjuntar a su solicitud para conseguir la merced un testimonio de sus servicios, que fue presentado en Madrid el 22 de febrero de 1620. Sobre el asunto que nos interesa, dice Maldonado que Zacarías encontró más de 500 barras, 180 cajones de monedas y otras cosas preciosas, además de un galeón que estaba varado a cosa de legua y media de la isla, de 600 toneladas, y que había escondido y enterrado todo lo hallado en ocho partes. Posteriormente hicieron junta el fiscal y oficiales de la audiencia de Guatemala para deliberar si era el caso de ir en busca del tesoro, mandando para esto gente de mar y guerra. Apremia Maldonado afirmando que era notorio que muchos extranjeros conocían la historia y que era conveniente armar una expedición, porque, mientra llegaba la autorización desde España (unos ocho o nueve meses) Zacarías podía morir. Acerca de la identidad del galeón, Maldonado dijo: que el dicho galeón podría ser uno de los cuatro que en aquel paraje perdió el general Luis de Córdoba.

   El resto del texto del mencionado documento es conocido, ya que el oidor cuenta todas las peripecias de los varios viajes a la isla22.

   Resulta evidente que Maldonado tenía prisa para llegar al tesoro, y que utilizó la treta sobre la posible muerte del piloto flamenco como pretexto para apremiar la ida. Era de uso frecuente en aquellos tiempos, considerada la distancia y demora en enviar y recibir respuesta desde la metrópoli, en este caso a través del Consejo de Indias, inventar o crear alguna excusa para apurar las decisiones. En esta ocasión fue la posible muerte de Zacarías, que con sus 40 años no se podía considerar del todo viejo para aquel entonces, y los extranjeros que conocían la historia (cosa que podía ser cierta, pero que fue utilizada como arma). Indudablemente, nuestro oidor fue un hábil estratega, además de conocer la sensibilidad real al oír hablar de tesoros, ya que las reales arcas casi siempre estaban “en números rojos”.

   ¿Y de don Simón qué? Tan mal no le fue a pesar del “chasco” de los viajecitos, dando vueltas por el “mar del norte” durante casi tres años. Donde fue llevado Zacarías apareció un paisano suyo que creyó plenamente su historia. Se llamaba Diego de Mercado. En efecto, el 18 de diciembre de 1619 en Santiago de Guatemala, envió un escrito al rey a través del Consejo de Indias, y entre otras cosas decía:

Simón Zacarías, de que vuestra majestad tendrá noticia, a mi saber y entender en lo que ha dicho a tratado (con) verdad sus manifestaciones23.   O sea, que toda la historia del tesoro según el parecer de Mercado, era verídica. Dos días más tarde Martín Montebernardo (quizás el mismo que naufragó con su barco en la Flota de Nueva España de 1589) “da la cara” por Mercado, afirmando sobre él que le conocía desde hacía más de treinta años, y haber navegado juntos en la flota de Martín Pérez de Olazábal y en otras. En resumida cuenta, que era persona digna de confianza y de crédito.

   La insistencia de Zacarías da lugar a pensar que efectivamente toda la historia que ya conocemos debía de tener algo de verdad porque, si bien su posición no era de las más envidiables, una persona como Mercado, hombre de mundo y de cierta posición social, debió de sopesar muy bien todo lo que su paisano le estaba contando y seguramente le “soltó” algún secretillo. El caso es que el 16 de mayo de 1620, envía un escrito desde Santiago de Guatemala al Consejo de Indias, afirmando, entre otras cosas, que su padre y abuelo sirvieron a la corona en las guerras de Alemania y Flandes, de donde eran naturales. Cuenta Mercado que sirvió al rey en cuatro viajes a Indias en las armadas que iban a México. A Guatemala fue con la tarea de fabricar la pólvora, en aquel entonces elemento muy importante. Debido a un incendio perdió un ojo y se quedó medio manco. Bueno, después de dorar muy bien la píldora, finalmente llega al asunto de Zacarías. Afirma que intentó con el rey, a través de su Consejo de Indias, que se le hiciera merced de concederle el descubrimiento del tesoro que dejó enterrado S.Z., que estaba preso en la cárcel de la ciudad, y que para hacer el viaje se le soltara, porque la única razón de su apresamiento era no haber hallado la isla. Advierte Mercado que con su escrito iba la manifestación de Zacarías y “la forma que tiene la isla donde dejó enterrado el tesoro” 24. Como dije, intuyó que Zacarías debió de contarle algún secreto a Mercado, y al parecer, su situación jurídica no estaba del todo mal, pues según afirma este, solamente estaba preso porque no se había hallado la isla. En lo referente al dibujo que menciona, es difícil determinar si es el que ya conocemos o si pintó otro. De todas formas, el 8 de febrero de 1621 se le concedió la merced para ir a otro viaje de exploración.

   El 27 de setiembre de 1620, Mercado y Zacarías firman en Santiago de Guatemala el asiento y capitulación para ir a la isla.

   Sintetizando, estas fueron las condiciones:

  • 15. Mercado y Zacarías tenían que ir a la isla del tesoro, debiendo mandar construir dos bajeles apertrechados y armados, todo pagado a costa de Mercado.

  • 16. Llevar pilotos hábiles para la navegación que iban a emprender, comenzando el viaje a principio de abril y terminando a finales de julio.

  • 17. Llevar una carta de marear en blanco donde había que dibujar todas las islas, placeres, cayos, sondas y bajos que hallasen a lo largo del viaje, que son muchos y que fueron vistos pero no figuran en las cartas de marear de Castilla, sabiendo que los ingleses y holandeses los tenían en las suyas. Esta tarea tenía más importancia que el tesoro de la isla, porque se perdieron muchos navíos.

  • 18. Pagar los acostumbrados y justos salarios a los tripulantes.

  • 19. El rey nombraría tesorero y contador que irían en los barcos a costa de la real hacienda.

  • 20. La corona le prestaba 4.000 ducados que tenían que entregarse sacándolos de la caja real de bienes de difuntos de Santiago de Guatemala.

  • 21. Estaba obligado Mercado a llevar consigo a Zacarías como descubridor, y si fuera conveniente, y a su discreción, tenerlo preso.

  • 22. Conforme marcaba la ley, había que darle la cuarta parte del tesoro a Zacarías.

  • 23. En consideración de los grandes gastos, trabajos y riesgos que Mercado iba a tener, se le diera otra cuarta parte del tesoro.

  • 24. De las minas de oro, se les de la preferencia a Mercado y Zacarías para su registro.

  • 25. Entregar en las cajas de la ciudad de Sevilla 50.000 ducados cada uno para la toma de la isla Bermuda o la pacificación de los indios de Teguzgalpaxica25.

   Estas fueron las cláusulas más importantes de las condiciones para ir a recuperar el tesoro y explotar el oro de mina de la isla descubierta por el flamenco. No encontré más documentación posterior a esta, pero un investigador me dijo que al parecer Zacarías murió en un terremoto.

   El marqués de Aytona y el segundo dibujo de la isla

   El 17 de setiembre de 1665, muere el monarca español Felipe IV asumiendo su esposa Mariana de Austria la regencia del imperio. Debido a la corta edad de su hijo Carlos II, testamentó Felipe IV que se nombrara una junta de gobierno formada por varios ministros, y entre ellos estaba el marqués de Aytona. Hombre amante de la cosas de la mar, sin que todavía haya podido descubrir la razón, le envió un dibujo de una isla a Gaspar de los Reyes Palacios, como ya apunté al comienzo de este capítulo. En él figuran dos islas, la mayor en el centro y la menor al noroeste. Al noroeste vienen dibujados cinco puntos y justo encima la palabra cayos. Un poquito más abajo y ligeramente a la derecha bajo y a la izquierda puerto con una pequeña ensenada justamente debajo de esta indicación. Donde indica sur hay una especie de bahía. Dentro del dibujo de la isla mayor vienen algunas indicaciones que especificaré más adelante. En isla pequeña –que tiene la forma de un mejillón–, hay un texto que dice: parte donde el dinero enterrado. Se nota claramente que, dadas las reducidas dimensiones del dibujo, la persona que lo escribió no tuvo espacio suficiente para añadir la palabra está, siendo por lo tanto el texto completo parte donde el dinero está enterrado. Debajo de esta diminuta isla, como si hubiera un estrecho entre las dos islas, hay otro texto con: río del oro. Al margen extremo derecho la palabra leste (este).

    Debajo dice el texto:

  • Este rasguño es la isla Misteriosa. Tiene en su longitud como tres leguas española poco más, y a la proporción en las partes de su latitud y en la de su posición 18 grados y 1/5, y donde se notan señales hay que advertir, para situarse necesitase de conocer parajes por puntos de escuadra y colocarse por círculos de posiciones según buena hidrografía y cosmografía.

   Volviendo al dibujo de la isla mayor y el texto que hay dentro de ella, viene descrito cuanto sigue: en esta parte hay un árbol de Brasil que es señal. En el otro extremo y a la derecha como enmarcada: esta costa según su estado es casi noroeste- sureste. Justo debajo: En esta parte hay otro árbol grande. Y enmarcada: Aquí hay un monte y en el un árbol grande que es señal. Este último texto se denota claramente que fue escrito después de trazar el dibujo de la isla, o dicho de otra forma, fue añadido encima, por esto los palitos de la letra “y” y la “q” salen de los límites de la propia isla.

   El documento que acompaña este dibujo de la isla dice:

  •  Isla Misteriosa hallada por Simón Zacarías entre Cuba y Cartagena de Indias, cerca de la isla de Pinos en 18º y 50’.Trasunto de la isla que halló Simón Zacarías. Copia del trasunto original, 18 grados. Cabo de Gracias a Dios norte contra el nordeste”.

   Es evidente que el marqués de Aytona tenía en su poder el original dibujado por Zacarías o uno de ellos que, por alguna razón desconocida, fue a parar a su poder. ¿Por qué se dirigió a Reyes? A primeros de octubre de 1688 desde el Puerto de Santa María, llegó al Consejo de Indias un escrito de Reyes explicando que el 24 de julio de 1684 fue nombrado almirante ad honorem y piloto mayor de los galeones en atención a sus servicios. Cuando mandaba el general Gonzalo Chacón los galeones de su cargo (en 1684 a Tierra Firme) le llegaron por vía secreta, varias cédulas para los gobernadores de varios puertos de las Indias y la orden firmada por el rey, para que fuera a Cartagena a una misión de carácter secreto. Para disimular mejor, se embarcó como piloto mayor en la capitana de la armada, y ya en Cartagena le entregó al gobernador una real cédula donde se le ordenaba que pusiera a su disposición algún barco de la armada de Barlovento de satisfacción del almirante. Pero sólo había un patache de pequeñas dimensiones y mal armado, y a Reyes no le quedó más remedio que utilizarlo en pro de la real misión encomendada, y que consistía en reconocer varios lugares entre Cartagena y La Habana y recuperar la carga de la tantas embarcaciones que se habían perdido a lo largo de la ruta entre estos dos puertos. La tarea de Reyes no era solamente mercantil, sino también de exploración, y, entre las obligaciones de tenía, una era la de localizar a la isla Misteriosa donde se había perdido un galeón y enterrado un gran tesoro. Conozcamos lo que ocurrió en su viaje.

   Después de nueve días de navegación llegó al bajo de la Serranilla, donde se esmeró en llevar a cabo todas las diligencias posibles cavando toda la isla, no halló plata alguna por haberla sacado en 1675, según tuvo noticia, Antonio Rodríguez, piloto natural de Sanlúcar, que desapareció sin dejar rastro por haberlo tragado la mar, pagando así su delito. No habiendo encontrado el tesoro, fue en pos de la isla Misteriosa, y habiéndola buscado durante casi un mes, no pudo dar con ella por culpa de las corrientes y vientos tormentosos. Llegado sobre cabo Catoche (Yucatán), amaneció en medio de una flota de piratas al mando de Lorencillo (Laurent de Graff), que le estuvieron dando caza y pudo salvarse gracias a que logró escabullirse en medio de la oscuridad de la noche. Finalmente pudo llegar a Campeche y desde este puerto al de Veracruz donde dio cuenta de todo lo ocurrido al virrey de Nueva España26. Fracasaba así otro intento para encontrar la isla llamada Misteriosa. Por todo lo expuesto deducimos que Mercado y Zacarías nunca llegaron a ella.

Desde el Puerto de Santa María, escribe otra carta Reyes con fecha del 23 de octubre dando explicaciones sobre la Misteriosa, ya que se le había preguntado qué noticias tenía de ella, qué galeones fueron los que se perdieron y en qué año, a lo cual respondió que: .

  • En el año de 1630 que empecé a navegar, oí decir muchas veces, que en la travesía de Cartagena a la Habana se habían perdido galeones que gobernaba de general don Fulano de Córdoba, que en muchos días (tiempo) no se supo en cuál de los muchos bajos que hay en ella se había perdido, hasta que, pasando una fragata por el bajo de la Serranilla y reconocido en el una isla, se envío a ella la lancha, y así que la gente saltó en tierra dieron con un hombre hecho un esqueleto que ya estaba sin poder articular palabra y lo trajeron a bordo de la fragata y dieron vela por apartarse del riesgo de los arrecifes de la isla, y habiendo cuidado del hombre y vuelto en si dijo llamarse Juan Serrano, y que viniendo embarcado en un galeón se había perdido en aquella isla. Los que se escaparon de ahogarse sacaron la plata que traía el galeón y la enterraron…

   Confunde Reyes en su relato lo ocurrido a Serrano en el siglo XVI con la armada de Luis de Córdoba de 1605. Como dato curioso, bueno es saber que los nombres de los bancos de Serrana y Serranilla tienen su origen en el naufrago Juan Serrano que menciona Reyes. Sigue dando más explicaciones sobre la Misteriosa.

  • De la isla Misteriosa no tengo más noticia que la que da el dibujo que va con este, que me fue remitido el señor marqués de Aytona, siendo uno de los señores de la junta de gobierno en la minoría (de edad) de su majestad que Dios guarde, en que me mandó inquiriese noticia de esta isla, y habiendo hecho cuantas diligencias me fueron posibles, y reconocidos globos, mapas, cartas de marear antiguas y modernas, no pude adquirir noticia alguna, hasta que viniendo de Cartagena a la Habana con los galeones del cargo del general Enrique Henríquez, con la ocasión de los vientos escasos que tuve en la travesía me fue preciso pasar por sotavento de los más bajos que hay en ella, y cuando pensé que lo había pasado todos según la altura de 18 grados y 50 minutos, se reconoció agua de fondo, y habiendo echado los demás navíos las sondas, nos hallamos estar en 15 y hasta 10 brazas de agua, todo el fondo piedra con algunos escollos levantados…27.

   Da más información explícita sobre este bajo Reyes, diciendo que estaba al norte cuarta al nordeste del cabo de Gracias a Dios, de Cayman Grande al oeste cuarta al suroeste y a cosa de 40 o 45 leguas, y norte sur con la isla de Pinos. Termina el escrito afirmando tajantemente ser el placer de la Misteriosa.

    Desvelado el misterio

   Volvamos ahora a examinar el primer dibujo de la isla que Zacarías preparó. Salvo en los cayos pintados a lo que corresponde ser el noroeste, no hay otro elemento de similitud entre los dos mapas archivados en el AGI.

   Dijeron los pilotos embarcados en la expedición de Ruiz de 1619, que, analizados los hechos, no había tal isla, pero se equivocaban, porque la isla sí existía, lo que ocurrió fue que Zacarías engañó a todos dando pistas falsas por seguridad hacia su persona. Entre los 16 y 18 grados de longitud al oeste de Grand Cayman, norte del cabo de Gracias a Dios y el mencionado placer de la Misteriosa, llamado actualmente Misteriosa Bank, solamente hay una isla: ¡Y es la Santanilla! Recordarán los lectores que el 7 y el 10 de setiembre de 1618, en el cuarto intento avistan las islas, porque, en efecto, son dos y no una como afirmaba deliberadamente Zacarías y como la pintó en el primer dibujo. Lo cierto es que las islas Santanilla eran relativamente conocidas y pocos frecuentadas por lo dificultoso de llegar a ellas y por no tener agua potable, pero sí estaban marcadas en las cartas de marear ya que, al parecer, fueron descubiertas por Cristóbal Colón en su tercer viaje a América en 1502, que por ser el día de Santa Ana, así las llamó y de allí viene el nombre Santanilla. Con toda seguridad el flamenco debió pensar que una vez contado su secreto su vida ya no valdría nada y que mientras creyeran que había otra isla más fuera de sumo interés mantenerle vivito y coleando. Para despistar cuenta que la isla es alta y con varios ríos, y que tiene tres leguas de largo (unos 16 kilómetros) cuando en realidadlas islas Santanilla no tienen más de 5 kilómetros de largo y la máxima elevación es de 20 metros. Recordemos que su condición era de preso y que seguramente Maldonado, al ser un oficial real no intransigía en sus funciones y aplicaba la ley a rajatabla. Los acuerdos pactados con Mercado y la recomendación real de entregarle su merecido premio confirmaron que no había razones para seguir teniendo que mentir y que podía finalmente contar su secreto, que fue seguramente lo que ocurrió con Mercado, porque lo corrobora su afirmación del 18 de diciembre de 1619 de que Zacarías había dicho la verdad.

    Indudablemente el nombre del Misteriosa Bank está vinculado a la isla del tesoro y a Zacarías. En el fondo los españoles estuvieron buscando durante muchos años –desde 1616– una isla que fue fruto de la fantasía de un piloto flamenco que no tuvo más remedio que inventarla para salvar el pellejo.

   A partir de la década de 1680, en varios mapas aparece el nombre de Swan (cisne en inglés), tanto es así que aún hoy en día son conocidas como Islas del Cisne o Swan Islands, y pertenecen a Honduras, que tiene en ellas una destacamento militar. La pregunta es: ¿Por qué pasaron a llamarse Swan? Los manuales de historia no dan muchas explicaciones y aún en Honduras nadie conoce bien la razón, si bien todos las llaman Islas del Cisne, que dicho sea de paso, en la isla no hay cisnes.

   La única explicación posible puede ser que el nombre venga del bucanero Swan. Según Philip Gosse en su conocida obra titulada Quién es quién en la piratería27, este autor nombra a dos capitanes Swan sin dar en ninguna de ellos el nombre. Del primero dice que mandó el barco Nicholas y se encontró con el famoso William Dampier en 1684 en la isla de Juan Fernández cuando este venía embarcado en el Bachelor’s Delight, donde navegaron juntos hasta las costa de Sudamérica, separándose posteriormente, ya que Swan regresó a Inglaterra por la ruta del océano Indico. Del segundo afirma que había salido de Inglaterra en el barco llamado Cygnet (de cigne, cisne en francés) como honrado comerciante. Llegado a la bahía de Nicoya (Costa Rica), se unió a un grupo de bucaneros y al parecer tuvo un viaje azaroso, llegado con su barco a Madagascar que se fue a pique estando fondeado. El hecho que Gosse nos dé dos nombres para el mismo personaje demuestra que no debió de estar muy enterado. Más detalle nos suministra Carlos Saiz Cidoncha en su Historia de la piratería en América Española28. Aparentemente Saiz ha trabajado con información conseguida por otros historiadores de primera mano, y esto hace más fiable su versión. Swan se había unido en Brasil con otros barcos a dos capitanes de Virginia llamados Cook y Cowley, que previamente habían apresado un barco holandés o danés en la altura de Cabo Verde. En 1683 entraron al Pacífico y llegaron a la bahía de Nicoya. Vuelve aparecer Swan cuando, con otros cinco capitanes deciden atacar Panamá. El 11 de junio, cercanos a esta ciudad, avistan los barcos de la Armada del Mar del Sur y entablan combate hundiéndose uno de sus navíos y perdiendo muchos hombres. Con posterioridad al combate se dispersan los bucaneros y Swan va a Nueva España y Filipinas. Tampoco Saiz nos da el nombre de Swan, pero su versión parece ser bastante verosímil. La verdad es que los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su nombre y sus singladuras como bucanero, llamándolos algunos Charles, otro Wafer, pero lo cierto es que las islas Santanilla llevan el nombre de un Swan.

   Por “rumores” que me han llegado, parece ser que en un archivo de la marina de Francia hay documentos sobre un bucanero Swan, que enterró en una isla despoblada bastante dinero. Es posible que el Swan mencionado por los historiadores haya estado en la isla del tesoro antes de pasar al Pacífico y que algo ocurriera, pero son meras suposiciones. La verdad es que, curiosamente el nombre de la isla cambia cuando el Swan “que sea”, sale de Londres en 1683 u 84 pues a partir de 1694 e cuando cambió de nombre. ¿Coincidencia?

   Recordará el lector que en varias ocasiones Zacarías menciona que en la isla había oro natural y que él había conseguido cuatro libras que llevó consigo cuando se marchó de la isla con los franceses. Pues en una carta topográfica de la isla Grande del año 1971 viene marcada una mina con el característico símbolo de una pala y un pico cruzados. Habiendo sido devuelta la isla a Honduras por Estados Unidos precisamente en este año, es posible que los americanos explotaran sus recursos auríferos. En una de las ocasiones que visité Tegucigalpa, estuve en la Dirección General de Minas e Hidrocarburos y nadie sabía que hubieran existido explotaciones mineras en las islas del Cisne, de hecho, en el mapa metalogenético y catálogo de minas y ocurrencias minerales de 1987-88 no hay ninguna indicación de labores mineras en las mencionadas islas.

   En 1995 visité por primera vez Tegucigalpa, la capital de Honduras. En aquella ocasión tuve una audiencia oficial con el ministro de cultura Rodolfo Pastor para poder presentar un proyecto de recuperación. El dialogo fue muy ameno a pesar que don Rodolfo estuviera afectado por el dengue, y quedamos para que presentara un proyecto al Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).

   En aquel entonces el inversor económico que me respaldaba era una conocida firma de relojes, y a los directivos no les pareció oportuno dar pistas sobre el lugar, que en 1995 no era conocido públicamente, y de toda la historia de la isla, además de haber en aquel periodo en la empresa cambios en la política comercial, así que todo terminó en nada. En aquella ocasión conocí a Gustavo, relación pública del hotel La Ronda, casi en el centro histórico de la capital (actualmente ese hotel ya no existe), y desde entonces nos une una gran amistad. Gustavo me ayudó en las gestiones en la capital, y queriendo conseguir fotos aéreas fuimos al Instituto Geográfico Nacional para obtenerlas. Al solicitarlas, el oficial encargado me dijo que en los 30 años que llevaba trabajando en este centro, era la primera vez que recibía este pedido. Como sea, al final las encontró.

   Ya en mi cómoda habitación del hotel, entre el chillido de guacamayos y loros que había en el patio y escuchando un frenético baile punta en la televisión del vecino de al lado, examiné las cuatro fotos y constaté que en la tercera, donde se ve el extremo oeste de la isla grande y el este de la pequeña, hay una especie de desembocadura de un río justamente al final y en la parte derecha de la pista de aterrizaje, porque en la foto aparecen sedimentos saliendo hacía alta mar. A la izquierda y casi en la misma línea, se nota una especie de redondel blanco, como si hubieran excavado en la superficie, que está en el mismo lugar que en el mapa topográfico viene marcada la mina. Es el río del oro indicado en el mapa del marqués de Aytona. Esta parte oriental de la isla grande, en efecto corre casi desde el noroeste al sureste. Al sur hay una especie de ensenada, si bien no tan acentuada como la que viene en el mapa. Indudablemente, las islas del dibujo que el marqués de Aytona envió a Gaspar de los Reyes son las islas Santanilla o islas del Cisne.

   En marzo de 2002 fui recibido en Tegucigalpa por la ministra de cultura Mireya Batres quien solicitó que se presentara un proyecto coherente, pero desafortunadamente los inversores volvieron a fallar y por segunda vez, todo terminó en humo.

   El 10 de julio del 2003, el arqueólogo italiano Marcello Cecchelli declaró bajo juramento en la localidad del puerto de Roatan, que el día 8 de julio estuvo en la Isla del Cisne y encontró, buceando, los restos de una embarcación antigua. ¿Simón Zacarías estaba en lo cierto? El tiempo lo dirá

 

20.  No está del todo claro donde está depositado en el AGI este dibujo. En 1991 lo he visto en la sección de Mapas y Planos Guatemala, pero no consta en el catálogo de la misma.

21. AGI: Guatemala, 14.

22. AGI: Guatemala, 14.

23. AGI: Guatemala, 65.

24. AGI: Guatemala, 65.

25. Ibidem.

26. AGI: Indiferente General, 2.699.

27. Gosse, Philip: Quién es quién en la piratería. Pag. 323. Editorial Renacimiento, Sevilla 2003.

28. Saiz Cidoncha, Carlos: Historia de la piratería en América española. Pag. 292. Editorial San Martín, Madrid 1985.

 

 

  Claudio Bonifacio  

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