Año XIII, nº VIII
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Marzo
2008 |
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EL
MISTERIO DE LA ISLA MISTERIOSA Y SU TESORO
(II parte)
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... El primer dibujo de la
isla
Existen dos dibujos de la isla,
que por ahora seguiremos
llamando “incógnita”. El primero
tiene la firma del propio don
Simón. En el margen izquierdo
aparece la palabra “norte” y un
poco más a la derecha hay una
serie de manchas que representan
una especie de arrecife, del
cual un bajo está situado justo
al oeste. La parte que
representa la isla no nos da
muchas pistas, pues no tiene
texto ninguno, salvo el ya
indicado norte y la firma de
Zacarías. El dibujo fue hecho
por su propia mano, ya que, al
parecer era ducho en esto y debe
haberlo realizado en los
primeros días de su cautiverio,
si bien nunca se le menciona.
Sobre el segundo dibujo, de
momento “aparquemos” este tema
para que haya más suspense00.
En busca de la isla
Como pieza tercera, con un total
de 122 folios del legajo numero
14 de la sección de Guatemala
(el mismo mencionado con
anterioridad), del cual algunos
son de difícil lectura por estar
muy maltratados, comienza el
viaje que el flamenco emprendió
con Maldonado de Paz para ir a
la isla, y que comenzó el 5 de
junio de 1617 en la playa de
Tauri. Previamente autorizó el
rey la expedición, subrayando
que a Zacarías había que
considerarle con la condición de
preso ¡Comienza la odisea!
Se armaron y apertrecharon dos
fragatas para ir en busca de la
ya célebre isla del tesoro con
órdenes muy específicas de no
perderse de vista y de ir en
derechura al cabo de Gracias a
Dios como mejor le diere
lugar y una vez allí
aguardar la capitana. Para mayor
seguridad prepararon un sistema
de santo y seña en caso de
aparecer algún barco desconocido
que quisiera abordarlos y que
era el siguiente:
-
8 domingo: la Santísima Trinidad
-
9 lunes: Jesús Cristo Nuestro Señor
-
10 martes: el Espíritu Santo
-
11 miércoles: la Virgen María concebida sin
pecado original
-
12 jueves: San Juan Bautista
-
13 viernes: San Francisco
-
14 sábado: San Esteban
20. No está del todo claro donde está depositado en el AGI
este dibujo. En 1991 lo he visto
en la sección de Mapas y Planos
Guatemala, pero no consta en el
catálogo de la misma.
Las fragatas de la expedición se
llamaban San Esteban y la
segunda Nuestra
Señora de las Mercedes.
El día 7 llegaron a la isla de
los manglares llamada Forana
(una de las Corn Islands), donde
tuvieron que arribar por tener
tiempo contrario para poder
recalar a la isla. Aprovechando
que estaban allí, decidieron
“echar un vistazo” para
verificar si estaba poblada, y
armados de mosquetes y arcabuces
subieron a un alto donde vieron
una cabaña. Una vez alcanzada
comprobaron que no había nadie y
dentro encontraron una cadena
que parecía ser de oro con un
peso de 14 onzas. El día
siguiente seguían fondeados en
la isla, y pensando que podía
haberse perdido en ella algún
barco, fueron a reconocerla,
pero no hubo señales de
naufragios decidiendo finalmente
seguir su viaje sin perder más
tiempo.
El 15 y en alta mar, debido a
los vientos y corrientes
contrarias, decidieron los
pilotos recalar hasta Portobelo,
donde estas últimas eran
favorables y aprovechar para
hacer aguada y leña. El 20
estaban en un paraje llamado las
Minas, como a cuatro leguas de
Portobelo, donde tuvieron que
inspeccionar el casco de la
capitana porque hacía agua,
decidiendo enviar la Mercedes a
traer estopa desde este puerto.
Los días seguían pasando y el 7
de julio seguían en Portobelo,
siempre debido al problema de
tener el tiempo contrario para
poder alcanzar el cabo de
Gracias a Dios. Llevaban ya un
mes dando vueltas sin ni
siquiera haber podido situarse
en el punto de partida hacía la
isla. El 14 reflexiona
Maldonado, apuntando con un tono
de amargura, que llevaban desde
el 7 de junio y que el día
anterior descubrieron la costa
del cabo de Gracias a Dios,
habiendo intentado inútilmente
remontarlo por ser el viento del
noreste y este-nordeste. Apunta
el oidor que en la costa no
había sitios para poder surgir y
ser muy grande el peligro de
perderse. Avisa también que
desde el día anterior había
desaparecido de vista la fragata
San Esteban. Consultado al
piloto, este dijo que era
conveniente ponerse al reparo de
una de las tres islas que tenían
a la vista (posiblemente el
arrecife de la Media Luna) y en
efecto, el día 17 de julio están
al reparo de la isla, que no
estaba en las cartas de marear,
y en 13º 36’ y como a 6 o 7
leguas de tierra firme. Este
mismo día se le cayó al agua el
timón y corrieron el riesgo de
perderse. Después de dos días de
febril actividad para
arreglarlo, surgió otro problema
para los expedicionarios: se
estaba agotando el agua potable
y era necesario hacer aguada, ya
que en la isla no la hallaron.
Este mismo día volvieron a
intentar doblar el cabo, pero
nuevamente le fue imposible por
los vientos contrarios, avisando
los pilotos del peligro que
corrían de perderse por no haber
puertos y estar la costa poblada
de indios Caribes belicosos e
infieles, aconsejando volver a
Portobelo (a unas 400 millas de
distancia). Mientras, a bordo el
agua ya se estaba racionando a
tres vasos diarios por persona.
El 22 avistaron una de las dos
islas Foranas de los Manglares,
que estaba como a cuatro leguas
al norte de la que estuvieron el
7 de junio. Mandó Maldonado una
lancha para que trajeran agua, y
una vez en el agua se dieron
cuenta que tenía la fragata dos
rumbos rotos: uno por proa y el
otro en el plan, opinando los
expertos que era conveniente
calafatearla toda. Decidió
Maldonado tomar posesión de la
isla en nombre de su majestad,
como en efecto hizo el 23 de
julio con bombo y platillo,
llamándola Santiago. Mientras se
celebraba la ceremonia de toma
de posesión, el tiempo comenzó a
ser recio y tormentoso, y
consultados nuevamente a los
expertos, estos aconsejaron que
era indispensable hacer rumbo a
la isla desde Cartagena, por ser
imposible desde el cabo de
Gracias a Dios. Mientras los
días pasaban y llegaron al 12 de
agosto hallándose en altura
de 17 grados y un tercio, tras
volver a escuchar el parecer de
los expertos, debido a que el
barco había sufrido mucho y era
pequeño, decidieron volver al
puerto de Trujillo. El día
siguiente mandó Maldonado avisar
a la tripulación que seguían
haciendo un servicio real y que
si hubieran abandonado el barco
sin su licencia escrita, se
hubiera considerado como
deserción.
El 13 ya estaba la embarcación
en el puerto de Trujillo y el
día siguiente, barajando la
hipótesis que algún tripulante
se le pueda ocurrir la idea de
huir con Zacarías, se ordena que
durante el tiempo que estuvieran
a puerto éste permanezca a buen
recaudo entregándolo al alcaide,
como en efecto se hizo.
Ya en septiembre, pacta
Maldonado las condiciones para
fletar la fragata Santiago
para el siguiente viaje a la
isla sin que se vuelva a
mencionar nunca qué le ocurrió a
la otra desaparecida en la
primera y mal lograda
expedición.
Vuelve al ataque el persistente
oidor, y el 29 de septiembre el
meticuloso escribano que venía
embarcado con la misión de
anotar puntualmente todo lo
ocurrido y dar fe de ello,
redacta que están en la playa
entre cabo Camarón y el de
Gracias a Dios, pero sobrevino
un norte muy recio con aguaceros
y tormenta que les obligó
levantar anclas y correr como
pudieron hasta llegar en 17
grados muy largos y al este de
la isla de Guanaja. Pero el
tiempo empeoraba poniendo las
embarcaciones a riesgo de
hundirse, opinando el piloto que
tenían que buscar tierra para no
perderse. Ya de noche perdieron
de vista al otro barco y para
aliviar la difícil situación se
alijó la fragata y todos
comenzaron a ponerse a bien con
Dios confesando. Opinó Zacarías
que debían de estar entre el
cabo Camarón y Gracias a Dios,
aconsejando tanto él como el
piloto varar en tierra, si bien
el tiempo que hacía no permitía
distinguir ninguna referencia a
la misma, aunque al final
pudieron ver la orilla de una
playa, varando gracias a la
pericia del piloto en la costa
del cabo Camarón, hacia el de
Gracias a Dios, e inmediatamente
unos marineros saltaron al agua
con una cuerda que ataron a un
árbol y por ésta fueron pasando
todos a tierra firme, pudiéndose
salvar si bien con gran riesgo
por los golpes de mar y resaca.
Pero otros peligros acechaban a
los náufragos, pues enseguida se
acordaron que aquella era tierra
de indios Caribes, comedores de
carne humana, o dicho de otra
manera, caníbales.
Sabiendo que varios ríos
caudalosos desembocaban a lo
largo del tramo que los separaba
de Trujillo, sacaron entre los
restos de la fragata algunas
hachas y machetes con la
intención que los carpinteros
construyeran una barca y algunas
canoas. Corría ya el 2 de
octubre y Maldonado les tomó
declaración a todos sobre lo
ocurrido el 29 de septiembre
pasado, para que no hubiera
dudas ni suspicacias. Zacarías
dijo saber que el oidor había
perdido con el naufragio más de
3.400 pesos de a 8 reales.
Indudablemente llegar hasta la
isla del tesoro era tarea muy
dura de pelar, además de
costosa.
El día 5 ya habían terminado de
construir la barca, pero no
había lugar para todos ellos,
así que una parte de los
tripulantes tuvo que emprender
el viaje hasta Trujillo por
tierra. El domingo, día 15
habían andado 17 leguas pasando
un río y unas lagunas cercanas
al cabo de Gracias a Dios
(seguramente la Caratasca y el
río sería el Cruta). Este día
vieron dos canoas como a legua y
media de ellos hacía el mar. El
día siguiente, 16 de octubre, al
amanecer vieron veinte indios en
dos grupos, pero no les causaron
problemas. Ese mismo día
cruzaron otro río grande,
seguramente el Patuca. A todo
esto las canoas iban avanzando
por mar sin dejar de perder
contacto con el grupo que
iba por tierra. El 20 avistaron
el río Aguan, mandando una canoa
hasta Trujillo para que volviera
con bastimentos. Llegaron a la
ciudad el domingo, 22 de octubre
más muertos que vivos. Para
agradecer la divina providencia,
anduvieron descalzos con la
imagen de la virgen entre
alegorías y cánticos. De esta
manera terminó en otro sonado
fracaso el segundo intento para
llegar a la isla del tesoro.
¿Y qué ocurrió con el
segundo barco que fue con la
expedición? El 31 de octubre
llegó una lancha al puerto de
Trujillo con la tripulación de
la fragata
Santiago, la otra que
viajaba en conserva y que
desapareció en plena tormenta.
Para ellos las cosas no fueron
del todo bien, ya que vararon en
un bajo de una pequeña isla
después de capear como pudieron
la tormenta con grandes riesgos
de zozobrar. Ocurrió todo como a
las nueve o diez de la noche.
Con los restos del barco
naufragado construyeron una
embarcación, y tras pasar mucha
hambre y sed pudieron llegar a
puerto. Como de costumbre, en
los documentos que encontré hay
varias declaraciones de las
personas embarcadas en esta
fragata, comenzando el 3 de
noviembre de 1617.
¡Ardua tarea llegar a la anhelada isla!
¿A la tercera va la vencida?
Como la esperanza es lo último
que muere, el 10 de diciembre
vuelve a fletar el incombustible
oidor Maldonado otras dos
fragatas para ir al
descubrimiento de la isla. Pero
el rey y señor de España debió
de cansarse de tantos intentos y
forzadas ausencias de su oficial
real, y ordenó que se
suspendieran –por ahora–
las tentativas de localizar la
isla, ordenándole al oidor que
volviera a sus quehaceres en la
audiencia de Guatemala. El 31 de
diciembre este envía una carta
al rey y con tenor sumiso pero
contundente, se queja que había
gastado ya mucho dinero y que
todo estaba preparado para ir al
descubrimiento. Pero las cosas
de palacio, sabemos que van
despacio y a veces se complican,
como en efecto ocurrió con las
dos fragatas que tenían que ir
con Zacarías y Maldonado. El 10
de abril de 1618 se le notifica
que por tener noticias que el
puerto de Santo Tomás de
Castilla (Guatemala) y Golfo
Dulce había tres barcos y un
patache de enemigos corsarios,
fuera a desalojarlos con las dos
fragatas que tenía prevenidas.
Tras varios días de febriles
preparativos, el 2 de mayo
llegan los barcos al puerto de
Santo Tomás de Castilla, pero
debido al tiempo contrario se
vieron imposibilitados de zarpar
para Trujillo, y el 7 avisa
Maldonado que la razón de la
suspensión del viaje para la
isla ya no tenía fundamento,
pues el peligro de enemigos
había pasado puesto que se
habían marchado, y para que así
constara hizo que declararan
varios testigos que habían
avistado a los barcos enemigos.
Evidentemente el oidor quiso
tomar sus debidas precauciones
para cuidarse en salud sobre sus
futuras acciones, puesto que con
las declaraciones quedaba
justificada su decisión.
El 12 de mayo ya está nuevamente
con las fragatas en Trujillo,
pues así consta por un auto y el
21 zarpan para la isla de
Guanaja, unos de las que forman
el archipiélago de las Islas de
la Bahía (Honduras) y la más
oriental de ellas, y el 28 ya
están en su puerto. El día 31 en
altura de 16 grados y “adelante
del cabo de Camarón” les
sorprende una tormenta y de
común acuerdo con Zacarías
deciden volver al puerto de la
isla Guanaja para no correr el
riesgo de naufragar. Llegados a
puerto el primero de junio,
surge otro problema: no había
manera de hacer un árbol mayor
para la fragata capitana, y
tienen que mandar una barca
hasta Trujillo para este
menester. Pero otro problema más
viene a entorpecer los planes y
designios de Maldonado debido al
estado del tiempo, no podían
permanecer en la isla Guanaja,
pues solamente se podía estar
fondeado y resguardados,
teniendo que pasar a la cercana
y más occidental isla de Roatán.
El 22 de junio, en plena alta
mar del “mar del norte”, a
mediodía es “pesado el sol”, y
Nufio Rodríguez y Zacarías,
pilotos, dijeron que se hallaban
en altura de 17grados largos.
Tres horas más tarde se les
rompió el árbol de trinquete,
tomando la vuelta para la tierra
firme. El día siguiente al
amanecer dieron vista a Roatan,
pero no pudieron tomar puerto,
decidiendo al final hacer rumbo
hacía algunos de los cayos del
banco de Providencia o cayos
Cochino, como a diez leguas de
Trujillo. El 25 y en los
mencionados cayos, ordena
Maldonado hacer rumbo para
Trujillo, y de paso arreglar el
árbol de trinquete, llegando el
día siguiente a las dos de la
tarde. Se consumió así el tercer
y frustrado tentativo de llegar
a la isla. De la segunda fragata
que había salido en conserva con
la de Maldonado, no se sabía
nada el 9 de julio.
Ya llegados a 29 de agosto,
finalmente se preparan para
zarpar y comenzar un nuevo
intento de abordaje a la isla
del tesoro, como ya es
vulgarmente conocida.
¡Comienza la parte
verdaderamente interesante de
esta historia de la isla
Misteriosa!
El 4 de septiembre estaban
enfrente de cabo Camarón, donde
habían llegado “costeando por
punta de bolina por ser los
tiempos escasos y contrarios”.
El día siguiente tomaron rumbo
nordeste. Para Zacarías se
acercaba la hora de la verdad.
El día 7 de setiembre avistaron
las islas Santanilla (Honduras)
y Maldonado, como de costumbre,
le ordenó al escribano que
tomara buena nota de todo lo que
estaba ocurriendo para que así
constara en los autos. Siguieron
la navegación, y el día 9 al
mediodía ordenó a los pilotos
que “tomaran la altura”. Juan
Gómez dijo que estaban en 18
grados y Manuel Cardoso dijo que
en 18 y medio. El día siguiente,
tras haber “dado bordas de una
vuelta a otra por ser el tiempo
escaso”, volvieron a estar a la
vista de las islas Santanilla a
sotavento, siguiendo la
navegación para no sotaventear
toda la noche de una vuelta a
otra. El día 11 volvió a tomar
la altura Juan Gómez, y dijo
estar en 18 grados menos 2
minutos. Nuevamente, el día
siguiente volvió a tomar altura
y le dio 18 grados y 10 minutos.
El 13 de septiembre, se hallaban
en 18 grados y medio y con 20
brazas de fondo (seguramente
estaban en algún lugar de
Rosario Reefs). En este punto
Maldonado le preguntó a Simón
Zacarías qué rumbo tenían que
tomar para llegar a la isla, a
lo cual respondió que: “como a
su merced consta, por haber sido
los vientos y corrientes
contrarios, no se ha podido ver
la dicha isla, aunque se ha
llegado a su altura”, hallándose
ellos sotaventados. Añadió el
flamenco que tenían que navegar
con rumbo este para dar con
ella. A bordo los pilotos y
marineros le manifestaron al
oidor que dada la fecha era muy
probable que sobreviniera una
tormenta como ocurrió el año
pasado y el riesgo de perderse
era grande, porque a los cuatro
días había conjunción de luna.
Considerando la situación y la
imposibilidad de poder alcanzar
la isla por el tiempo contrario,
Zacarías sugirió hacer rumbo
para Trujillo o Guanaja, por
estar el viento favorable para
recalar allí. La sugerencia fue
apoyada por todos los pilotos y
contramaestres, añadiendo y
jurándolo Manuel Cardoso que era
conveniente tomar el puerto de
Trujillo “con presteza”. En
su singladura de regreso
volvieron a tener a la vista las
islas Santanilla, avistando
el 17 Roatan y el día siguiente
ya estaban nuevamente en
Trujillo, descargándose de los
dos barcos armas y bastimentos,
pensando Maldonado en su
siguiente expedición a la
“dichosa” isla. Terminó así el
cuarto intento, y de la isla ni
sombra. No se inquiete el
lector, que ya aparecerá.
Una tiradita de orejas aguardaba
al “machacón” oidor. El rey
seguía bastante enfadado y en
una provisión que hizo enviar a
la audiencia de Guatemala le
reprende diciéndole que no ha
cumplido su real voluntad,
ordenándole que se integre a su
puesto de trabajo en la
audiencia de Santiago de
Guatemala. ¡Vaya contratiempo
para Maldonado! Después de
gastarse un dineral en cuatro
viajes tener que abandonar todo.
Para Zacarías hubo órdenes
especiales: que siguiera preso y
a buen recaudo. Al fin y al cabo
era conocedor de un dorado
secreto. Todo venía refrendado y
firmado el 30 de agosto de 1618
en Santiago de Guatemala. El 22
de setiembre acató oficialmente
la orden el oidor, pues así
consta en el auto. Al final,
pudo más la real voluntad que la
firme determinación del oficial
real a encontrar la isla del
tesoro. ¿Y de Zacarías qué?
Por la cuarta pieza de los autos
podemos conocer más detalles de
todo lo ocurrido. Una vez
llegado a puerto, enfermó
gravemente y estuvo a punto de
morir llevándose a la tumba su
secreto. Considerando esta
posibilidad, finalmente la real
persona volvió a autorizar al
oidor para que pudiera seguir
buscando la isla y el famoso
tesoro. El 24 de febrero está la
expedición en el puerto de
Trujillo al mando del capitán
Antonio Ruiz Maldonado (¿quizás
algún pariente del oidor?), que
fue la persona encargada de
efectuar una nueva expedición en
busca de la isla. Al parecer a
Ruiz le inquietó saber más
acerca de los bajos y de la
isla, y para poderse enterar
mejor, hizo comparecer, el 5 de
marzo, a Juan Esquivel, piloto
de la fragata llamada San
Blas, que había traído el
obispo de Cuba. Se le preguntó
qué sabía de los bajos e isla
pintada en la carta de marear
por Zacarías, a lo cual contestó
que no tenía conocimiento de
ellos.
El lunes, 11 de marzo, como a
las 11 de la noche se embarcó
Ruiz en la fragata, pero doblada
la punta de Castilla, un norte
muy recio y tormentoso que
amenazaba con hundir el barco
los obligó regresar a puerto. El
21 de marzo estaban al puerto de
San Francisco, isla de Guanaja,
y siguieron en el mismo lugar
hasta el 31 de marzo y
estuvieron dando vueltas hasta
el 15 de abril, que estaban a
barlovento de la bahía de
Cartago, costa del cabo de
Gracias a Dios, donde, por
parecer de Zacarías habían
venido a la vuelta de tierra,
porque según dijo, en el paraje
donde estaban no hubieran podido
remontar unos bajos que estaban
entre 16 y 16 grados y medio. El
día siguiente estaban fondeados
a sotavento del río Tinto como a
dos leguas de distancia, tres
indios les avisaron que sobre el
cabo había cuatro bajeles de
ingleses y flamencos enemigos,
aconsejándolo que fueran más a
barlovento para no topar con
ellos. El 18 y en alta mar, le
ordenó Ruiz a los pilotos que
tomaran la altura del sol, los
cuales, “pesado el sol”
determinaron estar en altura de
15 grados y 35 minutos y como a
20 leguas del cabo de Gracias a
Dios, la vuelta del
este-nordeste. El día siguiente
volvieron hacer lo mismo,
dándoles 15 grados y tres
cuartos, y la misma vuelta del
día anterior. El 20 de abril, 16
grados, y por ser los vientos
contrarios, dieron fondo toda la
noche en 18 brazas, teniendo que
navegar desde por la mañana “de
una vuelta a otra” por causa del
viento nordeste y ellos ir a la
vuelta del este sureste. El
martes 23 declararon los pilotos
que se hallaban en 18 grados
escasos y rumbo norte,
cuarta al nordeste y con el
viento este. Una vez escuchado
su parecer, y habiendo
verificado que estaban en la
altura que declaró Zacarías
estar la isla y a más de 30
leguas a su barlovento, ser el
tiempo largo (favorable) para ir
en busca de ella, le ordenó a
Zacarías que dijera el rumbo a
tomar para ir en su demanda, a
lo cual contestó que tenían que
gobernar desde aquel momento al
noroeste hasta por la noche.
Como a las 6 de la tarde dijo
que hasta entonces habían
navegado la vuelta que el indicó
y que a partir de ahora tenían
que hacerlo al oeste-noroeste.
El miércoles 24, tomaron
nuevamente la altura y estaban
en 18 grados y un tercio,
alegando los pilotos que debían
de estar en el paraje de la isla
y así lo confirmó también el
flamenco, aconsejando que, al
ser ya de noche, convenía
ponerse al pairo, siguiendo el
viaje por la mañana. Del mismo
parecer fueron los pilotos, que
así se lo confirmaron al sagaz
capitán. Volvieron a “pesar el
sol” el siguiente día, y
resultaron estar en 18 grados y
medio y como a 15 leguas a
sotavento del paraje que dijo
Zacarías que estaba la isla,
y que si estuviera la hubieran
visto por haber pasado por
encima de donde la tiene
pintada en las cartas de marear,
por lo cual dijeron los pilotos
que no había tal isla, por estar
40 leguas noreste-suroeste de la
isla Guanaja. Terminaron
diciendo que mandara el capitán
lo que tenían que hacer, porque
ellos estaban seguros que no
existía la isla.
Desde que tuve la oportunidad de
leer estos documentos, me
pregunté más de una vez qué
pensamientos habrán pasado por
la cabeza del piloto flamenco en
aquellos momentos porque, si el
lector sigue leyendo esta bonita
historia, podrá comprobar que
efectivamente la isla con el
tesoro que encontró y enterró
Simón Zacarías ¡si existe! Y el
galeón también.
Pero por ahora volvamos al
piloto flamenco que debía de
estar sudando gotas frías.
A este punto Ruiz le
comunicó a Zacarías que la isla
no existía y qué alegaba sobre
este punto. El piloto flamenco
respondió que fueran a la vuelta
del este-nordeste con el viento
suroeste y que quizás de esta
manera la encontrarían.
Como a las siete de la tarde del 25 de abril,
estaban en 19 grados y los
pilotos le dijeron a Ruiz que
aquel paraje era conocido por
estar en la ruta de la
navegación a La Habana, Nueva
España y otros lugares, y que
por lo tanto era poco probable
que estuviera la isla.
Nuevamente le hace declarar a
Zacarías, y este dijo que había
que ir a la vuelta del
sur-suroeste para ver si así se
podía descubrirla.
El día siguiente, viernes, los
pilotos volvieron a “pesar el
sol” y dijeron que estaban en 17
grados y ¾, y la isla sin
aparecer “ni otra tierra ninguna
mas tan solamente cielo y agua”.
Añadieron que están seguros que
la isla que dice Zacarías no
estaba en aquel paraje que la
tiene pintada, puesto que
pasaron por él con tiempo claro
y bonancible y que se hubiera
visto por baja que fuera a una
distancia de 8 leguas. Reiteran
de esta manera que la isla que
dice Simón Zacarías no estaba
allí. Escuchado el implacable
parecer de los pilotos, y ya
“bastante enfadado” por lo que
aparentaba ser una evidente
tomadura de pelo, Ruiz manda a
llamar al flamenco y lo exhorta
a que diga la verdad. Este es el
texto de su declaración:
Así de claro y tajante:
¡La vio pero no está!
Los pilotos, heridos en su amor
propio, vuelven a declarar –bajo
juramento–, que ellos habían
buscado la isla por la altura y
paraje que Zacarías había
pintado en tres cartas de marear
y no la han hallado ni estaba en
el dicho paraje ni altura ni hay
tal isla, y que si estuviera la
hubieran visto dadas las
condiciones del viento y
visibilidad.
En alta mar y a 28 de abril,
vista y considerada la
situación, decidió entonces Ruiz
poner rumbo para el puerto de
Trujillo declarando en los autos
que la noticia de la isla dada
por Zacarías era falsa y que se
daría aviso al rey de ello. Vaya
panorama para el piloto
flamenco. ¡La que le esperaba!
El primero de mayo llegan a
puerto y Zacarías es puesto a
buen recaudo en la cárcel
pública de la ciudad. Tardaron
casi tres años para poder
determinar que la isla del
tesoro no existía y que era un
invento del flamenco. Pero esta
historia no termina aquí.
El día siguiente, 2 de mayo,
manda a llamar Ruiz a los varios
testigos para que declaren y
quede bien claro el embrollo,
terminando esta tarea el 6 de
mayo. Al final, los “aparentes”
hechos condenan al flamenco. El
10 de mayo Ruiz decide que
Zacarías sea trasladado a
Santiago de Guatemala para que
la audiencia decida. Termina
aquí este abultado documento,
con graves acusaciones contra el
piloto flamenco Simón Zacarías.
¡Pero él seguía teniendo algún
que otro as en la manga!
El oidor Maldonado, el mismo que
financió las varias expediciones
en busca de la isla, al pedir
una merced en 1620, nos cuenta
que habiendo declarado
Zacarías,
piloto flamenco, haber hallado y
haber escondido en cierta isla
un gran tesoro y no
teniendo la audiencia orden de
vuestra majestad para gastar de
su real hacienda en
buscarlo, queriendo enviar a
pedirla, considerando el
licenciado Maldonado que
en el entretanto que se enviara
se podía morir el piloto, y que
era público que
extranjeros andaban buscando el
tesoro, se ofreció ir a su
costa. Bonita manera de
justificar ciertas decisiones.
Pero coló. Añadía Maldonado que
estaba endeudado por 14.000
ducados y que gracias a el, un
“malvado” corsario que se había
presentado enfrente de la costa
de Santo Tomás de Castilla con
tres embarcaciones y un patache,
al saber de la presencia de los
barcos de Maldonado, desistió de
atacar y al final se fueron,
ocurriendo todo esto sin que se
gastara dinero de la real
hacienda. El oidor tenía una
hija sin dote llamada Juana en
el convento de la Limpia
Concepción de la ciudad de
Guatemala, y suplicaba al rey
que le hiciera merced de 2.000
ducados a sacar de algún tributo
de indios vacos o alguna
encomienda, pidiendo también
alguna renta “vitalicia”, todo
en nombre de los servicios
prestados21. Más importantes detalles podemos conocerlos
por el mismo Maldonado, al
adjuntar a su solicitud para
conseguir la merced un
testimonio de sus servicios, que
fue presentado en Madrid el 22
de febrero de 1620. Sobre el
asunto que nos interesa, dice
Maldonado que Zacarías encontró
más de 500 barras, 180 cajones
de monedas y otras cosas
preciosas, además de un
galeón que estaba varado a cosa
de legua y media de la isla,
de 600 toneladas, y que había
escondido y enterrado todo lo
hallado en ocho partes.
Posteriormente hicieron junta el
fiscal y oficiales de la
audiencia de Guatemala para
deliberar si era el caso de ir
en busca del tesoro, mandando
para esto gente de mar y guerra.
Apremia Maldonado afirmando que
era notorio que muchos
extranjeros conocían la historia
y que era conveniente armar una
expedición, porque, mientra
llegaba la autorización desde
España (unos ocho o nueve meses)
Zacarías podía morir. Acerca de
la identidad del galeón,
Maldonado dijo: que el dicho
galeón
podría ser uno de los cuatro que
en aquel paraje perdió el
general Luis de Córdoba.
El resto del texto del
mencionado documento es
conocido, ya que el oidor cuenta
todas las peripecias de los
varios viajes a la isla22.
Resulta evidente que Maldonado
tenía prisa para llegar al
tesoro, y que utilizó la treta
sobre la posible muerte del
piloto flamenco como pretexto
para apremiar la ida. Era de uso
frecuente en aquellos tiempos,
considerada la distancia y
demora en enviar y recibir
respuesta desde la metrópoli, en
este caso a través del Consejo
de Indias, inventar o crear
alguna excusa para apurar las
decisiones. En esta ocasión fue
la posible muerte de Zacarías,
que con sus 40 años no se podía
considerar del todo viejo para
aquel entonces, y los
extranjeros que conocían la
historia (cosa que podía ser
cierta, pero que fue utilizada
como arma). Indudablemente,
nuestro oidor fue un hábil
estratega, además de conocer la
sensibilidad real al oír hablar
de tesoros, ya que las reales
arcas casi siempre estaban “en
números rojos”.
¿Y de don Simón qué? Tan mal no
le fue a pesar del “chasco” de
los viajecitos, dando vueltas
por el “mar del norte” durante
casi tres años. Donde fue
llevado Zacarías apareció un
paisano suyo que creyó
plenamente su historia. Se
llamaba Diego de Mercado. En
efecto, el 18 de diciembre de
1619 en Santiago de Guatemala,
envió un escrito al rey a través
del Consejo de Indias, y entre
otras cosas decía:
Simón Zacarías, de que vuestra majestad
tendrá noticia, a mi saber y
entender en lo que ha
dicho a tratado (con) verdad sus
manifestaciones23. O sea, que toda la historia del
tesoro según el parecer de
Mercado, era verídica. Dos días
más tarde Martín Montebernardo
(quizás el mismo que naufragó
con su barco en la Flota de
Nueva España de 1589) “da la
cara” por Mercado, afirmando
sobre él que le conocía desde
hacía más de treinta años, y
haber navegado juntos en la
flota de Martín Pérez de
Olazábal y en otras. En resumida
cuenta, que era persona digna de
confianza y de crédito.
La insistencia de Zacarías da
lugar a pensar que efectivamente
toda la historia que ya
conocemos debía de tener algo de
verdad porque, si bien su
posición no era de las más
envidiables, una persona como
Mercado, hombre de mundo y de
cierta posición social, debió de
sopesar muy bien todo lo que su
paisano le estaba contando y
seguramente le “soltó” algún
secretillo. El caso es que el 16
de mayo de 1620, envía un
escrito desde Santiago de
Guatemala al Consejo de Indias,
afirmando, entre otras cosas,
que su padre y abuelo sirvieron
a la corona en las guerras de
Alemania y Flandes, de donde
eran naturales. Cuenta Mercado
que sirvió al rey en cuatro
viajes a Indias en las armadas
que iban a México. A Guatemala
fue con la tarea de fabricar la
pólvora, en aquel entonces
elemento muy importante. Debido
a un incendio perdió un ojo y se
quedó medio manco. Bueno,
después de dorar muy bien la
píldora, finalmente llega al
asunto de Zacarías. Afirma que
intentó con el rey, a través de
su Consejo de Indias, que se le
hiciera merced de concederle el
descubrimiento del tesoro que
dejó enterrado S.Z., que estaba
preso en la cárcel de la ciudad,
y que para hacer el viaje se le
soltara, porque la única razón
de su apresamiento era no haber
hallado la isla. Advierte
Mercado que con su escrito iba
la manifestación de Zacarías y
“la forma que tiene la isla
donde dejó enterrado el tesoro” 24. Como dije, intuyó que Zacarías debió de
contarle algún secreto a
Mercado, y al parecer, su
situación jurídica no estaba del
todo mal, pues según afirma
este, solamente estaba preso
porque no se había hallado la
isla. En lo referente al dibujo
que menciona, es difícil
determinar si es el que ya
conocemos o si pintó otro. De
todas formas, el 8 de febrero de
1621 se le concedió la merced
para ir a otro viaje de
exploración.
El 27 de setiembre de 1620,
Mercado y Zacarías firman en
Santiago de Guatemala el asiento
y capitulación para ir a la
isla.
Sintetizando, estas fueron las
condiciones:
-
15. Mercado y
Zacarías tenían que ir a la
isla del tesoro, debiendo
mandar construir dos bajeles apertrechados y
armados, todo pagado a costa
de Mercado.
-
16. Llevar
pilotos hábiles para la
navegación que iban a
emprender, comenzando el viaje a principio de abril y
terminando a finales de
julio.
-
17. Llevar
una carta de marear en
blanco donde había que
dibujar todas las islas, placeres, cayos, sondas y bajos que hallasen a lo
largo del viaje, que son
muchos y que fueron
vistos pero no figuran en
las cartas de marear de
Castilla, sabiendo que los
ingleses y holandeses los
tenían en las suyas. Esta
tarea tenía más importancia
que el
tesoro de la
isla, porque se perdieron
muchos navíos.
-
18. Pagar los acostumbrados y justos salarios a los
tripulantes.
-
19. El rey
nombraría tesorero y
contador que irían en los
barcos a costa de la real hacienda.
-
20. La corona
le prestaba 4.000 ducados
que tenían que entregarse
sacándolos de la caja real de bienes de difuntos
de Santiago de Guatemala.
-
21. Estaba
obligado Mercado a llevar
consigo a Zacarías como
descubridor, y si fuera conveniente, y a su discreción,
tenerlo preso.
-
22. Conforme marcaba la ley, había que darle la cuarta
parte del tesoro a Zacarías.
-
23. En
consideración de los grandes
gastos, trabajos y riesgos
que Mercado iba a tener, se le diera otra cuarta
parte del tesoro.
-
24. De las minas de oro, se les de la preferencia a
Mercado y Zacarías para su
registro.
-
25. Entregar
en las cajas de la ciudad de
Sevilla 50.000 ducados cada
uno para la toma de la isla Bermuda o la pacificación de los
indios de Teguzgalpaxica25.
Estas fueron las cláusulas más
importantes de las condiciones
para ir a recuperar el tesoro y
explotar el oro de mina de la
isla descubierta por el
flamenco. No encontré más
documentación posterior a esta,
pero un investigador me dijo que
al parecer Zacarías murió en un
terremoto.
El marqués de Aytona y el
segundo dibujo de la isla
El 17 de setiembre de 1665, muere el
monarca español Felipe IV
asumiendo su esposa Mariana de
Austria la regencia del imperio.
Debido a la corta edad de su
hijo Carlos II, testamentó
Felipe IV que se nombrara una
junta de gobierno formada por
varios ministros, y entre ellos
estaba el marqués de Aytona.
Hombre amante de la cosas de la
mar, sin que todavía haya podido
descubrir la razón, le envió un
dibujo de una isla a Gaspar de
los Reyes Palacios, como ya
apunté al comienzo de este
capítulo. En él figuran dos islas, la mayor en el centro y la menor al
noroeste. Al noroeste vienen
dibujados cinco puntos y justo
encima la palabra cayos.
Un poquito más abajo y
ligeramente a la derecha bajo
y a la izquierda puerto
con una pequeña ensenada
justamente debajo de esta
indicación. Donde indica sur
hay una especie de bahía.
Dentro del dibujo de la isla
mayor vienen algunas
indicaciones que especificaré
más adelante. En isla pequeña
–que tiene la forma de un
mejillón–, hay un texto que
dice: parte donde el dinero
enterrado. Se nota
claramente que, dadas las
reducidas dimensiones del
dibujo, la persona que lo
escribió no tuvo espacio
suficiente para añadir la
palabra está, siendo por
lo tanto el texto completo
parte donde el dinero
está enterrado. Debajo de
esta diminuta isla, como si
hubiera un estrecho entre las
dos islas, hay otro texto con:
río del oro. Al margen
extremo derecho la palabra
leste (este).
Debajo dice el texto:
-
Este rasguño es la isla Misteriosa. Tiene en su
longitud como tres leguas
española poco más, y a la
proporción en las partes de
su latitud y en la de su
posición 18 grados y
1/5, y donde se notan
señales hay que advertir,
para situarse necesitase de
conocer parajes por
puntos de escuadra y
colocarse por círculos de
posiciones según buena
hidrografía y
cosmografía.
Volviendo al dibujo de la isla mayor y
el texto que hay dentro de ella,
viene descrito cuanto sigue:
en esta parte hay un árbol de
Brasil que es señal. En el
otro extremo y a la derecha como
enmarcada: esta costa según
su estado es casi noroeste-
sureste. Justo debajo:
En esta parte hay otro árbol
grande. Y enmarcada: Aquí
hay un monte y en el un árbol
grande que es señal. Este
último texto se denota
claramente que fue escrito
después de trazar el dibujo de
la isla, o dicho de otra forma,
fue añadido encima, por esto los
palitos de la letra “y” y la “q”
salen de los límites de la
propia isla.
El documento que acompaña este dibujo
de la isla dice:
-
Isla
Misteriosa hallada por Simón
Zacarías entre Cuba y
Cartagena de Indias, cerca
de la isla de Pinos en
18º y 50’. “Trasunto
de la isla que halló Simón
Zacarías. Copia del trasunto
original, 18 grados.
Cabo de Gracias a Dios norte
contra el nordeste”.
Es evidente que el marqués de
Aytona tenía en su poder el
original dibujado por Zacarías o
uno de ellos que, por alguna
razón desconocida, fue a parar a
su poder. ¿Por qué se dirigió a
Reyes? A primeros de octubre de
1688 desde el Puerto de Santa
María, llegó al Consejo de
Indias un escrito de Reyes
explicando que el 24 de julio de
1684 fue nombrado almirante
ad honorem y piloto mayor de
los galeones en atención a sus
servicios. Cuando mandaba el
general Gonzalo Chacón los
galeones de su cargo (en 1684 a
Tierra Firme) le llegaron por
vía secreta, varias cédulas para
los gobernadores de varios
puertos de las Indias y la orden
firmada por el rey, para que
fuera a Cartagena a una misión
de carácter secreto. Para
disimular mejor, se embarcó como
piloto mayor en la capitana de
la armada, y ya en Cartagena le
entregó al gobernador una real
cédula donde se le ordenaba que
pusiera a su disposición algún
barco de la armada de Barlovento
de satisfacción del almirante.
Pero sólo había un patache de
pequeñas dimensiones y mal
armado, y a Reyes no le quedó
más remedio que utilizarlo en
pro de la real misión
encomendada, y que consistía en
reconocer varios lugares entre
Cartagena y La Habana y
recuperar la carga de la tantas
embarcaciones que se habían
perdido a lo largo de la ruta
entre estos dos puertos. La
tarea de Reyes no era solamente
mercantil, sino también de
exploración, y, entre las
obligaciones de tenía, una era
la de localizar a la isla
Misteriosa donde se había
perdido un galeón y enterrado un
gran tesoro. Conozcamos lo que
ocurrió en su viaje.
Después de nueve días de
navegación llegó al bajo de la
Serranilla, donde se esmeró en
llevar a cabo todas las
diligencias posibles cavando
toda la isla, no halló
plata alguna por haberla sacado
en 1675, según tuvo noticia,
Antonio Rodríguez, piloto
natural de Sanlúcar, que
desapareció sin dejar rastro
por haberlo tragado la
mar, pagando así su delito.
No habiendo encontrado el
tesoro, fue en pos de la isla
Misteriosa, y habiéndola buscado
durante casi un mes, no pudo dar
con ella por culpa de las
corrientes y vientos
tormentosos. Llegado sobre cabo
Catoche (Yucatán), amaneció en
medio de una flota de piratas al
mando de Lorencillo (Laurent de
Graff), que le estuvieron dando
caza y pudo salvarse gracias a
que logró escabullirse en medio
de la oscuridad de la noche.
Finalmente pudo llegar a
Campeche y desde este puerto al
de Veracruz donde dio cuenta de
todo lo ocurrido al virrey de
Nueva España26. Fracasaba así otro intento para encontrar la
isla llamada Misteriosa. Por
todo lo expuesto deducimos que
Mercado y Zacarías nunca
llegaron a ella.
Desde el Puerto de Santa María, escribe otra
carta Reyes con fecha del 23 de
octubre dando explicaciones
sobre la Misteriosa, ya que se
le había preguntado qué noticias
tenía de ella, qué galeones
fueron los que se perdieron y en
qué año, a lo cual respondió
que:
.
-
En el año de
1630 que empecé a navegar,
oí decir muchas veces, que
en la travesía de Cartagena a la Habana se habían perdido galeones que
gobernaba de general don
Fulano de Córdoba, que en
muchos días (tiempo) no se
supo en cuál de los muchos
bajos que hay en ella se
había perdido, hasta que,
pasando una fragata por el
bajo de la Serranilla
y reconocido en el una isla,
se envío a ella la lancha, y
así que la gente
saltó en tierra dieron con
un hombre hecho un esqueleto
que ya estaba sin poder
articular palabra y lo
trajeron a bordo de la
fragata y dieron vela por
apartarse del riesgo
de los arrecifes de la isla,
y habiendo cuidado del
hombre y vuelto en si dijo
llamarse Juan Serrano, y
que viniendo embarcado en un
galeón se había perdido en
aquella isla. Los que se
escaparon de ahogarse
sacaron la plata que traía
el galeón y la
enterraron…
Confunde Reyes en su relato lo ocurrido
a Serrano en el siglo XVI con la
armada de Luis de Córdoba de
1605. Como dato curioso, bueno
es saber que los nombres de los
bancos de Serrana y Serranilla
tienen su origen en el naufrago
Juan Serrano que menciona Reyes.
Sigue dando más explicaciones
sobre la Misteriosa.
-
De la isla
Misteriosa no tengo más
noticia que la que da el
dibujo que va con este, que me fue remitido el señor marqués de Aytona, siendo
uno de los señores de la
junta de gobierno en
la minoría (de edad) de su
majestad que Dios guarde, en
que me mandó
inquiriese noticia de esta
isla, y habiendo hecho
cuantas diligencias me
fueron posibles, y
reconocidos globos, mapas,
cartas de marear antiguas y
modernas, no pude
adquirir noticia alguna,
hasta que viniendo de
Cartagena a la Habana con
los galeones del
cargo del general Enrique
Henríquez, con la ocasión de
los vientos escasos que
tuve en la travesía me
fue preciso pasar por
sotavento de los más bajos
que hay en ella, y
cuando pensé que lo había
pasado todos según la altura
de 18 grados y 50 minutos,
se reconoció agua de
fondo, y habiendo echado los
demás navíos las sondas, nos
hallamos estar en 15 y
hasta 10 brazas de agua,
todo el fondo piedra con
algunos escollos
levantados…27.
Da más información explícita
sobre este bajo Reyes, diciendo
que estaba al norte cuarta al
nordeste del cabo de Gracias a
Dios, de Cayman Grande al oeste
cuarta al suroeste y a cosa de
40 o 45 leguas, y norte sur con
la isla de Pinos. Termina el
escrito afirmando tajantemente
ser el placer de la Misteriosa.
Desvelado el misterio
Volvamos ahora a examinar el
primer dibujo de la isla que
Zacarías preparó. Salvo en los
cayos pintados a lo que
corresponde ser el noroeste, no
hay otro elemento de similitud
entre los dos mapas archivados
en el AGI.
Dijeron los pilotos embarcados en la
expedición de Ruiz de 1619, que,
analizados los hechos, no había
tal isla, pero se equivocaban,
porque la isla sí existía, lo
que ocurrió fue que Zacarías
engañó a todos dando pistas
falsas por seguridad hacia su
persona. Entre los 16 y 18
grados de longitud al oeste de
Grand Cayman, norte del cabo de
Gracias a Dios y el mencionado
placer de la Misteriosa, llamado
actualmente Misteriosa Bank,
solamente hay una isla: ¡Y es la
Santanilla! Recordarán los
lectores que el 7 y el 10 de
setiembre de 1618, en el cuarto
intento avistan las islas,
porque, en efecto, son dos y no
una como afirmaba
deliberadamente Zacarías y como
la pintó en el primer dibujo. Lo
cierto es que las islas
Santanilla eran relativamente
conocidas y pocos frecuentadas
por lo dificultoso de llegar a
ellas y por no tener agua
potable, pero sí estaban
marcadas en las cartas de marear
ya que, al parecer, fueron
descubiertas por Cristóbal Colón
en su tercer viaje a América en
1502, que por ser el día de Santa Ana, así las llamó y de allí viene el
nombre Santanilla. Con toda
seguridad el flamenco debió
pensar que una vez contado su
secreto su vida ya no valdría
nada y que mientras creyeran que
había otra isla más fuera de
sumo interés mantenerle vivito y
coleando. Para despistar cuenta
que la isla es alta y con varios
ríos, y que tiene tres leguas de
largo (unos 16 kilómetros)
cuando en realidadlas islas
Santanilla no tienen más de 5
kilómetros de largo y la máxima
elevación es de 20 metros.
Recordemos que su condición era
de preso y que seguramente
Maldonado, al ser un oficial
real no intransigía en sus
funciones y aplicaba la ley a
rajatabla. Los acuerdos pactados
con Mercado y la recomendación
real de entregarle su merecido
premio confirmaron que no había
razones para seguir teniendo que
mentir y que podía finalmente
contar su secreto, que fue
seguramente lo que ocurrió con
Mercado, porque lo corrobora su
afirmación del 18 de diciembre
de 1619 de que Zacarías había
dicho la verdad.
Indudablemente el nombre del
Misteriosa Bank está vinculado a
la isla del tesoro y a Zacarías. En el fondo los españoles
estuvieron buscando durante
muchos años –desde 1616– una
isla que fue fruto de la
fantasía de un piloto flamenco
que no tuvo más remedio que
inventarla para salvar el
pellejo.
A partir de la década de 1680,
en varios mapas aparece el
nombre de Swan (cisne en
inglés), tanto es así que aún
hoy en día son conocidas como
Islas del Cisne o Swan Islands,
y pertenecen a Honduras, que
tiene en ellas una destacamento
militar. La pregunta es: ¿Por
qué pasaron a llamarse Swan? Los
manuales de historia no dan
muchas explicaciones y aún en
Honduras nadie conoce bien la
razón, si bien todos las llaman
Islas del Cisne, que dicho sea
de paso, en la isla no hay
cisnes.
La única explicación posible
puede ser que el nombre venga
del bucanero Swan. Según Philip
Gosse en su conocida obra
titulada Quién es quién en la
piratería27, este autor nombra a dos capitanes
Swan sin dar en ninguna de ellos
el nombre. Del primero dice que
mandó el barco Nicholas y
se encontró con el famoso
William Dampier en 1684 en la
isla de Juan Fernández cuando
este venía embarcado en el
Bachelor’s Delight, donde
navegaron juntos hasta las costa
de Sudamérica, separándose
posteriormente, ya que Swan
regresó a Inglaterra por la ruta
del océano Indico. Del segundo
afirma que había salido de
Inglaterra en el barco llamado
Cygnet (de cigne,
cisne en francés) como honrado
comerciante. Llegado a la bahía
de Nicoya (Costa Rica), se unió
a un grupo de bucaneros y al
parecer tuvo un viaje azaroso,
llegado con su barco a
Madagascar que se fue a pique
estando fondeado. El hecho que
Gosse nos dé dos nombres para el
mismo personaje demuestra que no
debió de estar muy enterado. Más
detalle nos suministra Carlos
Saiz Cidoncha en su Historia
de la piratería en América
Española28. Aparentemente Saiz ha trabajado con
información conseguida por otros
historiadores de primera mano, y
esto hace más fiable su versión.
Swan se había unido en Brasil
con otros barcos a dos capitanes
de Virginia llamados Cook y
Cowley, que previamente habían
apresado un barco holandés o
danés en la altura de Cabo
Verde. En 1683 entraron al
Pacífico y llegaron a la bahía
de Nicoya. Vuelve aparecer Swan
cuando, con otros cinco
capitanes deciden atacar Panamá.
El 11 de junio, cercanos a esta
ciudad, avistan los barcos de la
Armada del Mar del Sur y
entablan combate hundiéndose uno
de sus navíos y perdiendo muchos
hombres. Con posterioridad al
combate se dispersan los
bucaneros y Swan va a Nueva
España y Filipinas. Tampoco Saiz
nos da el nombre de Swan, pero
su versión parece ser bastante
verosímil. La verdad es que los
historiadores no se ponen de
acuerdo sobre su nombre y sus
singladuras como bucanero,
llamándolos algunos Charles,
otro Wafer, pero lo cierto es
que las islas Santanilla llevan
el nombre de un Swan.
Por “rumores” que me han
llegado, parece ser que en un
archivo de la marina de Francia
hay documentos sobre un bucanero
Swan, que enterró en una isla
despoblada bastante dinero. Es
posible que el Swan mencionado
por los historiadores haya
estado en la isla del tesoro
antes de pasar al Pacífico y que
algo ocurriera, pero son meras
suposiciones. La verdad es que,
curiosamente el nombre de la
isla cambia cuando el Swan “que
sea”, sale de Londres en 1683 u
84 pues a partir de 1694 e
cuando cambió de nombre.
¿Coincidencia?
Recordará el lector que en
varias ocasiones Zacarías
menciona que en la isla había
oro natural y que él había
conseguido cuatro libras que
llevó consigo cuando se marchó
de la isla con los franceses.
Pues en una carta topográfica de
la isla Grande del año 1971
viene marcada una mina con el
característico símbolo de una
pala y un pico cruzados.
Habiendo sido devuelta la isla a
Honduras por Estados Unidos
precisamente en este año, es
posible que los americanos
explotaran sus recursos
auríferos. En una de las
ocasiones que visité
Tegucigalpa, estuve en la
Dirección General de Minas e
Hidrocarburos y nadie sabía que
hubieran existido explotaciones
mineras en las islas del Cisne,
de hecho, en el mapa
metalogenético y catálogo de
minas y ocurrencias minerales de
1987-88 no hay ninguna
indicación de labores mineras en
las mencionadas islas.
En 1995 visité por primera vez
Tegucigalpa, la capital de
Honduras. En aquella ocasión
tuve una audiencia oficial con
el ministro de cultura Rodolfo
Pastor para poder presentar un
proyecto de recuperación. El
dialogo fue muy ameno a pesar
que don Rodolfo estuviera
afectado por el dengue, y
quedamos para que presentara un
proyecto al Instituto Hondureño
de Antropología e Historia (IHAH).
En aquel entonces el inversor
económico que me respaldaba era
una conocida firma de relojes, y
a los directivos no les pareció
oportuno dar pistas sobre el
lugar, que en 1995 no era
conocido públicamente, y de toda
la historia de la isla, además
de haber en aquel periodo en la
empresa cambios en la política
comercial, así que todo terminó
en nada. En aquella ocasión
conocí a Gustavo, relación
pública del hotel La Ronda, casi
en el centro histórico de la
capital (actualmente ese hotel
ya no existe), y desde entonces
nos une una gran amistad.
Gustavo me ayudó en las
gestiones en la capital, y
queriendo conseguir fotos aéreas
fuimos al Instituto Geográfico
Nacional para obtenerlas. Al
solicitarlas, el oficial
encargado me dijo que en los 30
años que llevaba trabajando en
este centro, era la primera vez
que recibía este pedido. Como
sea, al final las encontró.
Ya en mi cómoda habitación del
hotel, entre el chillido de
guacamayos y loros que había en
el patio y escuchando un
frenético baile punta en
la televisión del vecino de al
lado, examiné las cuatro fotos y
constaté que en la tercera,
donde se ve el extremo oeste de
la isla grande y el este de la
pequeña, hay una especie de
desembocadura de un río
justamente al final y en la
parte derecha de la pista de
aterrizaje, porque en la foto
aparecen sedimentos saliendo
hacía alta mar. A la izquierda y
casi en la misma línea, se nota
una especie de redondel blanco,
como si hubieran excavado en la
superficie, que está en el mismo
lugar que en el mapa topográfico
viene marcada la mina. Es el río
del oro indicado en el mapa del
marqués de Aytona. Esta parte
oriental de la isla grande, en
efecto corre casi desde el
noroeste al sureste. Al sur hay
una especie de ensenada, si bien
no tan acentuada como la que
viene en el mapa.
Indudablemente, las islas del
dibujo que el marqués de Aytona
envió a Gaspar de los Reyes son
las islas Santanilla o islas del
Cisne.
En marzo de 2002 fui recibido en
Tegucigalpa por la ministra de
cultura Mireya Batres quien
solicitó que se presentara un
proyecto coherente, pero
desafortunadamente los
inversores volvieron a fallar y
por segunda vez, todo terminó en
humo.
El 10 de julio del 2003, el
arqueólogo italiano Marcello
Cecchelli declaró bajo juramento
en la localidad del puerto de
Roatan, que el día 8 de julio
estuvo en la Isla del Cisne y
encontró, buceando, los restos
de una embarcación antigua.
¿Simón Zacarías estaba en lo
cierto? El tiempo lo dirá
20. No está del todo claro donde
está depositado en el AGI este dibujo. En 1991
lo he visto en la sección de Mapas y Planos
Guatemala, pero no consta en el catálogo de la
misma.
21. AGI: Guatemala, 14.
22. AGI: Guatemala, 14.
23. AGI: Guatemala, 65.
24. AGI: Guatemala, 65.
25. Ibidem.
26.
AGI: Indiferente General, 2.699.
27.
Gosse, Philip: Quién es quién
en la piratería. Pag. 323. Editorial
Renacimiento, Sevilla 2003.
28. Saiz Cidoncha, Carlos:
Historia de la piratería en América española.
Pag. 292. Editorial San Martín, Madrid 1985.
Claudio Bonifacio
©www.escafandra.org
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